Domingo 21 de Marzo del 2021 – Evangelio según San Juan 12,20-33

viernes, 19 de marzo de
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Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”.

Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.

El les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora!

¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.

Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

El Evangelio de hoy nos pone a las puertas de la Pasión y nos da claves para entender el camino de la entrega final de Jesús. Al comienzo vemos un grupo de extranjeros que expresan el deseo de “Ver a Jesús”. Y, al culminar el relato, Jesús dice “Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

Este marco, que podemos identificar como de triunfo, guarda en sí la experiencia del sufrimiento. Jesús es consciente de que para triunfar tiene que morir, como el grano de trigo que tiene que caer en tierra y romperse para dar vida; Él tiene que ser “elevado sobre la tierra”, aludiendo así a la muerte en cruz. Jesús vivió convencido de que la voluntad del Padre es la de salvar al género humano, y que esa salvación es posible mediante el amor, y un amor que se entregue hasta el final.

Jesús se siente angustiado ante este camino doloroso que tiene que recorrer y busca fortalecerse mediante la reflexión y la oración. Pone delante de sí las dos principales dinámicas que pueden orientar la vida del ser humano: el vivir para sí, de modo egoísta, buscando siempre salvar el propio pellejo y la propia conveniencia; o el del amor, que siempre implica salir de sí mismo, para darse a los demás, para buscar el bien, para servir.

Jesús asume las consecuencias duras de ese amor que define su vida y que lo orienta hacia el Padre. Reconoce la necesidad de asumir su muerte como consecuencia de la vida que ha elegido: igual que el grano de trigo tiene que pudrirse en tierra para producir fruto.

Ante su angustia, viene el deseo de pedirle a Dios: “Padre, líbrame de esta hora”. Pero no lo hace porque reaviva el sentido de su camino, amar dando la vida para rescatar a todos.

Jesús quiere que su vida sea para la mayor gloria de Dios, sabiendo que es inseparable la búsqueda de la gloria de Dios, de la búsqueda del bien, de la salvación de la gente. Reaviva el sentido, su “a dónde voy y a qué”, y suplica, a corazón abierto, en medio de la angustia y convencido del valor radical del amor, que su propia vida glorifique el nombre del Padre. Lo importante para Jesús no es conservar la vida sino la gloria de Dios, amando hasta el extremo, con todo lo que ello implica.

Y nosotros: ¿meditamos sobre el sentido de nuestro camino, reavivamos el valor del amor asumiendo la pena que puede traer consigo? ¿Ponemos la confianza en el Padre, pidiendo que nuestra vida sea para su mayor gloria? Pidamos la gracia de “poder ver a Jesús”, y al mirarlo dando su vida por nosotros, nos sintamos atraídos hacia Él. Cuánto para dejarnos amar por Jesús, cuanto para aprender de ÉL. Que Dios nos bendiga y nos fortalezca.