Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.
Hoy es la fiesta de Cristo Rey, y al reconocer y celebrar a Jesús como Rey del Universo, toda la Iglesia proclama que el amor y la verdad que nos comunicó con su vida han triunfado y que Él es el único camino para conocer tanto al verdadero rostro de Dios, como para vivir la plenitud del ser humano, solo posible en la lógica de la fraternidad del Reino que Él nos reveló.
Un Rey ciertamente distinto al imaginario que todos nos hemos hecho de la realeza. Jesús, humilde y sencillo, despojado de todo reconocimiento de su dignidad, y en medio de su pasión, ante el poderoso Pilato confesará que es Rey, pero que su Reino no es de este mundo.
Un Rey sin prepotencias ni guardias de seguridad. Un rey sin riquezas materiales que garanticen su grandeza y autoridad. Un rey sin tronos adornados ni vestimentas llamativas que lo hagan sobresalir o lo suban a un pedestal. Jesús es el Rey que se juega la vida por la verdad y a pesar de ser calumniado, rechazado y condenado por los suyos, no cesa de amar ni de perdonar. Vive hasta el extremo aquello predicó. Y defiende la verdad de Dios y del ser humano, no dando gritos ni buscando adhesiones a cualquier precio, sino que lo hace de la única manera legítima, dando testimonio de ella, aunque le cueste la vida.
Asumir a un Rey como Jesús, tan divino y tan humano, implica para todos nosotros buscar vivir su enseñanza y que sean sus criterios los que orienten nuestras búsquedas y elecciones, que sea su voluntad nuestro alimento, como para Él fue vivir la voluntad del Padre.
Proclamar a Jesús Rey del Universo es elegir el Evangelio como fuente y guía de nuestro camino, es buscar que como Iglesia toda y personalmente como discípulos, no nos dejemos llevar por lógicas egoístas que atenten contra la fraternidad que nos llama a vivir el Señor.
Miremos al Cielo y caminemos hacia allí con pasos comprometidos buscando que la vida, la esperanza y la verdad que nos revela Jesús, reine en nuestros corazones y guíe nuestras acciones, también como Él, hasta dar la vida. Si somos de la verdad escucharemos la verdad.
Que Dios nos bendiga y fortalezca.