Domingo 23 de Mayo de 2021 – Evangelio según San Juan 15,26-27.16,12-15

lunes, 17 de mayo de
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’.”

 

 

Palabra de Dios

P. Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

El tiempo de Pascua culmina con la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Un acontecimiento fundamental en el camino de la Iglesia y de cada uno de noso¬tros, seguidores de Cristo. Dios nos envía su Espíritu, para que habite en nosotros, para recordarnos todo lo que Jesús nos ha enseñado, y para impulsarnos a ser Testigos del Señor en nuestro mundo.

Gracias al Espíritu es que confesamos a Jesús como Señor, y somos capaces de asumir las consecuencias difíciles que puede acarrear nuestro seguimiento. Gracias al Espíritu descubrimos que hemos sido beneficiados con muchos dones y él nos mueve a asumir distintos servicios en la gran comunidad de la Iglesia. Gracias al Espíritu, es que en la comunidad podemos buscar la unidad dejando atrás las diferencias que alejan y discriminan. En definitiva, todo lo que somos y tenemos es fruto del Espíritu, porque es en Él que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

La venida del Espíritu Santo es una experiencia de toda la comunidad y nos lanza hacia afuera para hacernos servidores de la misión de Cristo, anunciando las maravillas del Señor. Pentecostés es la realización de la promesa de Jesús que impulsa a la valentía, a no quedarnos ni cómodos ni quietos ni aplastados por ninguna circunstancia… El Espíritu nos mueve por dentro a amar y a anunciar.

En el Evangelio de hoy, encontramos a los discípulos encerrados, temerosos, huyendo de la posibilidad de vivir la misma suerte que Jesús. En esta realidad oscura es que aparece el Señor, les comunica la paz, su paz reconciliadora y se presenta mostrando que los signos del sufrimiento y la muerte, las heridas de los pies, las manos y el costado, son ahora signo de salvación, signo del triunfo del amor y de la vida, triunfo del proyecto de Dios. Y aquellos discípulos temerosos se llenaron de alegría.

Pero el encuentro con el Resucitado no se quedó en esa paz y esa alegría que tiraron abajo el miedo, sino que culminó en la misión. Todo termina con una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos, e infunde sobre ellos el Espíritu Santo enviándolos a perdonar, a ser signos vivos de la reconciliación de la gente con Dios y entre sí. En este Pentecostés, vivido hoy en un mundo tan herido y tan necesitado de amor, de unidad, de paz y de perdón, redoblemos nuestra apertura al Espíritu Santo, para que seamos agentes del amor y la reconciliación al modo de Jesús.

Que Dios nos bendiga y fortalezca