Domingo 25 de Abril de 2021 – Evangelio según San Juan 10,11-18.

jueves, 22 de abril de
image_pdfimage_print

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.  Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre”.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Al meditar el Evangelio de hoy, caigo más en la cuenta de que el seguimiento de Jesús, el apasionarnos por la voluntad del Padre y por la fraternidad del Reino, es una cuestión de amor.

Un amor en el que Dios nos “primerea”, como dice el Papa Francisco; un amor que se nos ofrece tan abundantemente en Jesucristo, que da la vida por nosotros. Un amor que se da consciente y libremente; Jesús dirá: “Nadie me quita la vida soy yo quien la entrego”; un amor que es gratuito e incondicional, como solo puede serlo el verdadero y pleno amor.

Es Jesús, quien sale de sí mismo para darlo todo, para arriesgarlo todo, para darse plenamente sin buscar ni sus propias conveniencias, ni salvar el propio pellejo. Ama con locura al Padre y a cada persona llamada a la vida en este mundo y en esta historia, para conducirlas por caminos de misericordia y justicia hacia el corazón de Dios.

Es hermosa la imagen del Buen Pastor con la que Jesús se identifica, y en la que hoy nos invita a mirarlo, para dejarnos conducir por Él. Para que podamos aprender a reconocer su voz, su propuesta que resuena en la Palabra, en la Iglesia, en nuestro corazón, y que nos abre a caminos valientes y generosos, para hacernos cargo, como hijos y como hermanos, de esta realidad tan desafiante que nos toca vivir.

Escuchar la voz del Buen Pastor, es un llamado a la amistad profunda con Él y a vivir nuestra vida como respuesta a la llamada del Dios Amor.

Pero esto implica, también, ser lúcidos ante la realidad compleja del corazón de cada uno de nosotros. La voz del Buen Pastor no es la única que se escucha en nuestro interior. También hay otras voces que se hacen sentir y que gritan fuerte en tono egoísta, y que si no las rechazamos, simplemente, nos comen crudos.

La fuente del amor es Dios, y esa fuente está viva en nosotros; adherirnos a ella y dejar que sea el motor de nuestra vida, implica nuestra libertad, para decirle que sí y para asumir las consecuencias de nuestro seguimiento.

Hoy, pidamos a Dios que todos nosotros seamos hombres y mujeres de vocación, que nos apasionemos por los caminos que el Buen Pastor nos invita a transitar, y que cada paso sea buscando amar plenamente, y lo hagamos desde la convicción que lo que necesita el mundo es gente que haga lo que Dios quiere, así, al modo de Cristo Buen Pastor.

Que Dios nos bendiga y fortalezca.