Domingo 25 de Julio de 2021 – Evangelio según San Juan 6,1-15

jueves, 22 de julio de
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Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:”Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”. Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

 

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerote Jesuita

 

 

En el Evangelio vemos a Jesús siempre atento a lo que siente la gente, a sus necesidades; es que su amor lo lleva a la compasión, a sentir con el otro, y esto impacta en su acción; su amor se vuelve servicio. Ahora bien, Jesús se sabe enviado por el Padre, y busca amigos y amigas que se entusiasmen con la propuesta de la fraternidad del Reino, y así, nos involucra en el amor.

Unirnos a Jesús, en el anuncio y la vivencia del Reino, nos pondrá a todos en tensión entre dos dinámicas que las encontraremos tanto en la sociedad como dentro de nosotros mismos. La primera es la del cálculo, aquella que mide cuánto se tiene y que se lanza a la acción por el bien común solo si no se pone en juego la propia seguridad, solo si se resguarda la propia comodidad. La otra lógica es aquella de la generosidad, que parte de la confianza y se anima a dar sin buscar seguridades; es la dinámica que nos pone en riesgo, aunque implique la posibilidad del sufrimiento. Ésta es la lógica propia del amor, capaz de salir de sí, y que sabe en quién pone la confianza.

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús y sus discípulos rodeados por una multitud que han venido a ver y escuchar al Señor. Es Jesús quien mira a la gente y se da cuenta de que tienen hambre y desea saciar su necesidad, porque el amor en Él se vuelve servicio. Es Jesús quien ve, siente y confía. Pero también quien involucra a los suyos en este deseo y acción por el bien de los demás.

Los discípulos no se animan y ponen objeciones: el dinero que tenemos no da para alimentar a tanta gente; unos pocos panes y peces tampoco son suficientes; sin embargo, hay un niño que sí entra en sintonía con el deseo de Jesús, hay una fuerza en él que lo impulsa a la generosidad y le mueve a ofrecer lo que tiene: “cinco panes de cebada y dos peces”. Este niño se animó, se dejó mover por lo que despertaba en él la mirada de Cristo, se involucró con los deseos del maestro, y no quedó defraudado. Jesús tomó lo que le fue ofrecido con generosidad y lo multiplicó para el bien de la gente. Todos quedaron saciados.

Pidamos la gracia de ser como este niño y que nos animemos a poner nuestros dones y posibilidades en las manos de Jesús para que Él lo multiplique en la búsqueda del bien común, de una realidad más justa y solidaria, para la construcción del Reino.

A veces, estaremos tentados en pedirle a Jesús que se encargue de todo a la manera de aquellos que querían hacerlo Rey. Pero el Señor seguirá buscando involucrarnos a nosotros en esta tarea, para que el amor, la gratuidad y la generosidad, se sigan haciendo lugar en esta historia, no sin Él, pero tampoco sin nosotros.

Que Dios nos bendiga y nos fortalezca.