Domingo 25 de Junio de 2023 – Evangelio según San Mateo 10,26-33

lunes, 19 de junio de
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No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.Ustedes tienen contados todos sus cabellos.No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.”

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote jesuita

Los dones que Dios nos da no son para que se limiten a ser vividos como beneficio propio, siempre son para construir la fraternidad del Reino en esta historia y en este mundo. De hecho, la gracia de Dios la acogemos verdaderamente en nuestra vida si redunda en amor y servicio hacia los demás. Si se queda encerrada en nosotros mismos, no quiere decir que Dios no nos la haya dado, pero claramente significa que no la hemos abrazado.

Por eso, Jesús nos dice que “Lo que les digo de noche díganlo en pleno día, y lo que escuchen al oído pregónenlo desde la azotea.” Y esto nos compromete al testimonio y al anuncio.

Con humildad y con verdad podemos descubrir el paso de Dios en nuestras vidas y las huellas que va dejando en nuestros corazones: la sensibilidad, la capacidad de compasión, la creatividad, nuestras destrezas, las cualidades que tenemos, el deseo de bien, todo es para amar y no para que los desperdiciemos en la búsqueda de reconocimiento o que se limiten asegurarnos bienestar. Todo don implica una tarea y ésta es la de unirnos a Jesús en hacer presente el Reino aquí y ahora.

Jesús conoce bien el corazón humano, por eso nos dice que no tengamos miedo, porque el temor nos paraliza, nos encierra en nosotros mismos y no nos permite vivir en plenitud. Con lucidez y con una atrevida valentía, el Señor nos dice: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, teman al que puede destruir con el fuego el alma y el cuerpo.” Es decir, si le vamos a tener miedo a alguien que sea a Dios y no a los hombres. No le tengamos miedo a la imagen que se puedan hacer de nosotros, ni al “qué dirán”; ni siquiera a la persecución ni a la muerte. Son fuertes las palabras de Jesús, pero ciertamente, Él las vivió radicalmente y tantos amigos suyos a lo largo de la historia que han vivido la fe en contextos conflictivos, estas palabras los llenas de fuerza y esperanza. Vale la pena el amor al modo de Jesús, cueste lo que cueste y digan lo que digan.

Si vas a tenerle miedo a alguien temele a Dios; pero, en realidad, a Dios no debemos temerle porque para Él contamos mucho; Él cuidará de nosotros.

Pidámosle a Dios la gracia de la confianza radical para que podamos reconocer los dones que nos da y la vocación a la que nos llama; y para que no nos paralice el miedo, ni a hablar, ni a morir y que tengamos la valentía de confesar a Jesús y la esperanza que nos trae frente a la gente de nuestro tiempo. Que Dios nos bendiga y fortalezca.