Domingo 26 de Junio de 2022 – Evangelio Según san Lucas 9, 51-62

martes, 21 de junio de
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Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.  Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!» Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

 

 

Palabra del Señor

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote Jesuita

 

 

El seguimiento de Jesús implica vivir y anunciar la fraternidad del Reino desde la vocación a la que cada uno somos llamados, lo que nos abre al discernimiento de la voluntad de Dios para nuestra vida.

Jesús, guió su vida por el deseo absoluto de hacer la voluntad del Padre a quien ama y en quien confía, anunciando con su vida, sus gestos y palabras, la fraternidad del Reino. Así también es el camino de quien quiere seguir a Jesús, un camino en el que el amor se vuelve criterio y exigencia, y en el que la conquista de la libertad interior se hace necesaria para no retrasarnos en nuestras respuestas, para no distraernos de nuestro rumbo, para no guiarnos por ninguna búsqueda egoísta.

En el Evangelio de hoy nos encontramos con una experiencia de rechazo y con las exigencias del seguimiento. Pasando por tierra samaritana de camino a Jerusalén, los pobladores no brindaron alojamiento a Jesús y sus amigos. Los apóstoles quisieron responder con violencia pero Jesús los reprendió, porque asumir el amor como criterio de nuestras acciones implica no responder con violencia a la violencia, sino devolver el bien por mal. Y eso sigue siendo algo novedoso y siempre desafiante en nuestras vidas. Solo lo viviremos dejándonos mover por la gracia de Dios y si estamos convencidos de que el único camino de plenitud es el amor.

Jesús deja claro que quien quiera seguirlo no puede buscar su propia comodidad ni el éxito, es más, tiene que estar dispuesto a seguir su misma suerte, buscando la disponibilidad que le permita anunciar el Reino, y asumiendo las consecuencias duras que eso puede acarrear. También, el Reino exige la libertad frente a vínculos y mandatos familiares o culturales o sociales que a veces se viven desde la dependencia y que no dejan espacio a una propuesta nueva que venga de Dios. La vivencia del propio Jesús fue dura al respecto, cuando deja Nazaret y comienza su vida itinerante, la familia no lo comprende y hasta lo llegan a ir a buscar porque piensan que estaba loco. Pues el seguimiento a veces implica asumir juicios e incomprensiones de quienes más amamos, pero vale la pena.

Jesús deja claro que quien quiera seguirlo debe poner a Dios y a la fraternidad del Reino en su centro y no distraernos de ello. Se trata de vivir la vida en clave de vocación, respondiendo al llamado de Dios y que nada nos excuse de vivirlo. Cuántas vocaciones se pierden por miedo a no desilusionar a otros, o por temor a no ser comprendidos. Cuantas vocaciones se pierden por no arriesgar las propias comodidades o seguridades. Cuantas vocaciones se pierden por seguir anclados a cosas del pasado y nos mirar al futuro con disponibilidad y libertad.

Necesitamos en la Iglesia hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que respondan con alegría y libertad al llamamiento de Jesús y que lo hagan sin reservas de ningún tipo, comprometiendo su vida en el anuncio del Reino, siempre con amor.

Que Dios nos bendiga y fortalezca.