Juan le dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
El Evangelio de este domingo nos interpela, nos cuestiona en nuestra manera de mirar a los demás y nos exhorta a examinarnos a nosotros mismos. Muchas veces, nos puede suceder lo que al Apóstol Juan, aquello de juzgar lo que hacen los demás no por la acción en sí o el fruto de la misma, sino por la pertenencia o no pertenencia a un grupo. Esa mirada prejuiciosa que sin atender a lo bueno, ya está inclinada a condenar la acción de quien no forma parte de un nosotros encasillado. Miradas que se ideologizan, y que se adueñan de la verdad, miradas inclinadas a juzgar lo que corresponde o no corresponde desde el encierro en su punto de vista.
Jesús nos hace caer en la cuenta de que frente a la postura de ver enemigos por todas partes, más bien estemos atentos a valorar lo bueno, y a encontrar a amigos de Dios en todo aquel que busca la justicia y la verdad, desde la acción clara que se juega por el bien del ser humano. Abrámonos a la contemplación de cómo actúa Dios en el corazón de todas las personas de buena voluntad.
Jesús también dice: “Quien les dé a beber un vaso de agua en atención a que son del Mesías les aseguro que no perderá su paga”. Hay que valorar el gesto sencillo que hacen las personas, como el vaso de agua que se da con gratuidad. Valorar lo simple y cotidiano, valorar el gesto solidario que brota del corazón de la gente y que el mismo Jesús valora y agradece. Cuidado con las miradas exigentes que solo aplauden lo llamativo e impactante, y no atienden al pequeño paso; esto también puede desfigurar nuestra mirada.
Y en lugar de tanto mirar para afuera juzgando a los demás, Jesús nos exhorta a mirarnos a nosotros mismos y a examinarnos en nuestras acciones. En última instancia si queremos buscar enemigos, miremos para adentro, identifiquemos nuestros fallos y nuestras trampas, y busquemos con sinceridad caminos de conversión.
La vida cristia¬na es el seguimiento de Jesús, y esto implica caminar en fraternidad detrás de él. Por lo tanto, examinémonos en nuestra coherencia, y si nuestra vida y nuestro anuncio van en sintonía con Cristo o si estamos despistados. Cuidado con poner trampas a los pequeños, cuidemos que nuestra forma de vivir no aleje a otros del seguimiento de Jesús y de la forma de vida que él propone. Cuánto daño podemos hacer con nuestra irresponsabilidad e incoherencia. Y por último, examinemos si hemos adoptado hábitos que nos alejan de la fraternidad y que nos encierran en hipocresías y egoísmos. Identifiquémoslos con lucidez y busquemos hacer procesos para superarlos y poder vivir un amor y una fe más plenos. Dios quiera que nuestras comunidades sean ayuda para esto. Todo empieza por mirarnos con honestidad, abrazar el amor de Dios y buscar caminos de conversión sincera para caminar junto a Jesús. Que Dios nos bendiga y nos fortalezca.