Domingo 30 de Octubre de 2022 – Evangelio según San Lucas 19,1-10

martes, 25 de octubre de
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Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro | Sacerdote jesuita

 

 

 

El amor nos cambia la vida. Sentirnos conocidos y queridos, sabernos amados incondicionalmente es una experiencia fundamental y que nos hace mucho bien. Contar con ser respetados en nuestra dignidad, con ser aceptados en nuestras fortalezas y límites, y con ser valorados en nuestras capacidades, es tan importante que nos puede conmover y animar a dar pasos de conversión o de maduración, que tal vez no nos animaríamos desde otro tipo de estímulos.

Por el contrario, cuando nos sentimos rechazados o etiquetados, cuando lo que otros dicen de nosotros nos condena; cuando la mirada de los otros no espera de nosotros nada nuevo o bueno, muchas veces, nos come el corazón una dinámica que nos aplasta y nos desanima a cualquier cambio positivo. Como si el entorno oscureciera la manera de entendernos a nosotros mismos.

El Evangelio de hoy nos habla de algo inesperado y sorprendente. Se trata del encuentro de Jesús con Zaqueo, jefe de los cobradores de impuestos, hombre odiado y despreciado por el pueblo judío, ya que por su profesión, trabajaba al servicio de Roma, oprimiendo al pueblo con el cobro de los impuestos. Zaqueo por curiosidad busca ver a Jesús; por ser pequeño se sube a un árbol para poder tan solo mirarlo; pero se va a encontrar con una reacción de Jesús totalmente desproporcionada. El Señor, lo mira y le dice “baja pronto porque es necesario que hoy me aloje en tu casa”. Solo quería mirarlo y termina recibiendo al Señor en su propia casa. Zaqueo no cabe dentro de su corazón, la reacción de Jesús su modo de mirarlo, de hablarle, de compartir con él, lo conmueve y lo admira. Se sabe conocido y no se siente condenado; Jesús realmente conoce su interior y lo acepta y le expresa su amor. El Señor tuvo la capacidad de reconocer y despertar la bondad del corazón de Zaqueo. La forma de actuar de Jesús es escandalosa para mucha gente del pueblo, no solo para los escribas y fariseos, seguramente también para muchos discípulos, pero Jesús vuelve una y otra vez a decir con sus palabras y gestos, que no viene a condenar sino a salvar, que viene a buscar lo que estaba perdido. Cuándo entenderemos que el Señor nos viene a salvar por medio del amor.

Y es así, el amor es lo que Jesús le comunica a Zaqueo, y el amor es lo que hace que este hombre cambie radicalmente; y aquel que era corrupto y se aprovechaba de todos para enriquecerse, ahora decide salir de sí para repartir, devolver, ayudar, vivificar. Que importante es la mirada recuperadora, la mirada desprejuiciada y honda hacia la persona en su esencia. Aprendamos de Jesús que no busca la conversión de Zaqueo a través del reproche y la condena, sino que le muestra el valor que Dios sigue viendo en él a pesar de su pecado. De la misma manera que Jesús miró a Zaqueo hoy nos mira a nosotros. Que nosotros también como Zaqueo, agradezcamos la mirada del Señor y saquemos lo mejor que tenemos en nuestro corazón para responder con amor al amor de Cristo. Que Dios nos bendiga y fortalezca.