Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
“¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”.
El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”. Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Por más espectacular que nos parezca la expulsión del demonio, el centro del mensaje de la Palabra de hoy lo encontramos en que, a diferencia de los fariseos y escribas, Jesús enseña con autoridad.
Jesús aparece en un pueblo del norte de Israel, Cafarnaún, y Marcos se detiene a narrar el episodio. Jesús enseña con autoridad y expulsa demonios con autoridad. Esto claramente lo podemos entender en el marco simbólico y metafórico y no literal, no se refiere a los exorcismos que muchas veces vemos en películas, sino que lo que nos quiere dar a entender el texto es que “demonio” es todo aquello que oprime al hombre y no lo deja entrar en relación con Dios. Es todo aquello que separa al hombre de Dios, lo aleja, lo excluye. Por eso el evangelio de hoy tiene una fuerza nueva y renovadora. Nos encontramos en presencia del Hijo de Dios que tiene autoridad. Esa misma que según los judíos de su época, habían perdido los escribas. Por eso no pueden enseñar ni expulsar demonios. Sólo lo puede hacer Jesús. Sólo lo puede hacer quien tiene autoridad.
Los escribas se atan a la Ley y lejos de engendrar en el corazón del hombre libertad, lo que engendra es esclavitud. Toda la carta a los romanos de Pablo es testimonio de esto. Por eso los judíos han perdido autoridad. Porque se han corrompido, se han alejado, se han dejado llevar por meras reglas externas, por observancias caducas, por ritos vacíos, por meras costumbres, por seguir adelante con una tradición que no se renueva y por eso, pierde novedad, pierde autoridad, deja entonces de engendrar vida y va poco a poco degenerándose hasta morir.
Jesús aparece como aquel que sí tiene autoridad. Y la palabra autoridad viene de “autor”. Jesús tiene autoridad porque es el autor de la Vida. La vida de Jesús, enviado por el Padre y por la fuerza del Espíritu Santo, engendra Vida. La vida de Jesús nos hace libres, rompe las ataduras del pecado, del mal, de la oscuridad y de la muerte. Es el triunfo de la Vida que se hace presente para que nunca más gane la Muerte. Es aquel capaz de hacer nuevas todas las cosas y renovar con su gracia nuestro corazón. Por eso puede enseñar: porque su Palabra no se contamina con nada del mundo ni se ata a ninguna Ley que oprime. Por eso expulsa el mal: porque es la Vida que viene a imponerse frente a la cultura del descarte y de la Muerte. Jesús realiza lo que nadie puede hacer: darnos verdadera libertad para no atarnos ni a leyes, ni ritos, ni observancias, ni rituales vacíos, ni repeticiones monótonas que no pueden engendrar libertad y por tanto no tienen valor salvífico. Jesús viene a dar sentido definitivo a nuestra vida. Jesús viene a ser nada más ni nada menos que el autor de nuestra libertad. Y allí radica su autoridad.
¡Dejate tocar por este Jesús que viene a darnos vida! Cuántos de nosotros todavía estamos atados a observancias y ritualismos vacíos que nos secan la fe y no nos permiten que la libertad de los hijos de Dios se engendre en nosotros. Vivamos como hijos de la Luz y salgamos al encuentro de los pobres y de todos nuestros hermanos: para encontrarnos con Aquel que tiene autoridad y por esa autoridad, que no es otra cosa que la vida de la gracia, nos renueve y nos salve. Y así pongamos en obras -¡basta de palabras!- tanto amor que recibimos de Dios y libres y liberados, construyamos una patria, más justa, más fraterna y más soberana.
Te abrazo fuerte en el corazón de Jesús. Que tengas un lindo domingo lleno de la luz de Jesús y siempre déjate salvar por Él.
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