Domingo 5 de Septiembre de 2021 – Evangelio según San Marcos 7,31-37

lunes, 30 de agosto de
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Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Abrete”. Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

 

El mensaje del Reino de Dios, que Jesús predica nos abre a una nueva manera de mirar la realidad y de relacionarnos con los demás. El mensaje del Reino, rompe barreras, trasciende límites impuestos, no respeta estereotipos que promueven discriminaciones. El mensaje del Reino de Dios que predica Jesús, revoluciona la vida, cambia nuestra manera de entender el mundo y de caminar en él, nos hace escuchar y hablar de un modo nuevo, rompe con nuestros aislamientos e individualismos y nos impulsa a la convivencia y a la comunicación fraterna.

En el Evangelio de hoy vemos a Jesús en territorio pagano, caminando por lugares que para muchos judíos de su tiempo estaban contaminados, menospreciando o mal juzgando a sus habitantes. Pues por ahí andaba Jesús, con la disposición de seguir predicando el Reino de la fraternidad que no respeta reducciones a la dignidad del ser humano. Y en ese territorio se da un gesto de fe y de amor sorprendentes: unas personas confiando en el bien que hace Jesús, le presentan a un hombre que padece sordera y dificultad en el habla, pidiéndole que lo sane. Vemos a un hombre limitado tanto a la hora de entender el mundo que lo rodea, como de darse a entender a los demás.

Jesús, no pasa por ahí a las apuradas, atiende a la gente, lleva aparte al hombre y le dedica tiempo, está con él a solas, y se involucra con él, le toca los oídos, con sus manos ensalivadas le toca la lengua y ora por él. Vemos un proceso en el que el gesto y la palabra que brotan del Señor van sanando y reavivando lo que parecía estancado, bloqueado, enfermo, muerto.

Jesús, mirando al cielo suspiró y dijo “effetá” que significa ábrete. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua.

Pues, Jesús, tampoco pasa por nuestras vidas a las apuradas, ni responde a etiquetas que otros o nosotros mismos nos hemos puesto. Y busca que nos abramos a la fraternidad del Reino, a la convivencia y a un modo de comunicación en la verdad y en el amor. Muchos de quienes buscamos ser discípulos del Señor nos podemos encontrar como aquellos a quienes Jesús reprochaba, diciendo: ¿Tienen la mente embotada? Tienen ojos ¿y no ven? Tienen oídos ¿y no oyen? (Mc 8, 17-18).

Quizás podamos descubrir que necesitamos exponernos al Señor, y que necesitamos la ayuda de la comunidad para que Él pueda tocar nuestros oídos y nuestra lengua, y así podamos escuchar ese “Ábrete” que nos despierte a su Palabra, para que nos interpele en nuestro modo de vivir y para que nos sane en nuestra comunicación con los demás y para que esa comunicación sea realmente constructora de esa fraternidad propia del Reino.

Que Dios nos bendiga y nos fortalezca.