Domingo 7 de Octubre de 2019 – Evangelio según san Lucas 17, 3b-10

viernes, 4 de octubre de
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Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo».

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería.

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”».

 

Palabra de Dios

 

Padre Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharrám

 

Me quedo con el final del evangelio de hoy como Palabra de vida para poder meditar una y otra vez porque creo que hace, una vez más, a la esencia de nuestro ser de cristianos. En  otras palabras, el servicio como actitud fundamental a desarrollar y a partir de la cual vivir nuestra vida.

“Somos simples servidores”. De alguna manera refleja todo el poder del discipulado cristiano. el que quiera de veras poner la huella en la huella de Jesús,  apasionarse con el Reino, vivir los valores del Evangelio tiene que entender que la actitud de vida es el servicio. Porque el servicio es una de las tantas maneras que tenemos para poder nuestro amor en obras, sabiendo que el amor está más en las obras que en las palabras. Hoy se habla mucho y se hace poco. Es un lindo tiempo propicio para empezar a modificar esto. 

Ahora bien. ¿Qué significa servir? El servicio no sólo es una manera de amor sino también la forma sublime de la disponibilidad. Servir es la actitud existencial, la convicción profunda y determinada de poner más el acento en lo que le pasa al otro que en mi propio interés o en mi propia seguridad. Entonces, el servicio es la disponibilidad plena. Servir no es una actitud pasiva. Es decir, no es esperar que “me vengan a buscar” para en todo caso dar una mano o hacer una gauchada. Eso no es servicio. Es como si la solidaridad fuese sólo un par de acciones más o menos ordenadas cuando acontece un desastre ecológico en algunas de las partes del país y juntamos ropa, agua y colchones. El servicio es terriblemente una actitud activa de la vida. No es esperar que me vengan a buscar sino yo ir al encuentro de aquellos acontecimientos, hechos y personas que requieren de mis dones y talentos para salir adelante, para sanar y curar, para hacer la vida más digna o más humana. Es la salida deliberada de sí rompiendo todo molde de conformidad con la realidad tal cual está para, esforzadamente, poner el cuerpo y salir a recibir la vida como viene, sin pretextos y sin excusas. Entonces será fundamental estar atentos y bien despabilados. No sea que se nos vaya el tren de poder servir a nuestros hermanos por estar en babia. Atentos para salir al encuentro, despabilados para servir y no esperar que nos vengan a buscar. Todo lo contrario, estar dispuestos, incluso adonde otros no quieran ir, para llevar allí nuestro tesoro más preciado: Jesús.

“No hemos hecho otra cosa que cumplir con nuestro deber”. Pareciera que caemos en cierta frialdad mandada y que ser cristianos es “cumplir deberes”. ¡Nada de eso! Si retomamos el Evangelio en su más sana expresión nos vamos a dar cuenta que el único mandato que nos regala Jesús es el de la caridad; que nos amemos los unos a los otros como Él mismo nos ama. Entonces, ser cristianos será, a través de ser simples servidores, dar cumplimiento con nuestra vida al mandato de la caridad. Y ahí el otro secreto. Como el servicio no es pasivo y esperar que me vengan a buscar, la caridad no es dar lo que no uso o lo que me sobra; o que nosotros, que somos “los pudientes” le tiremos cosas a mansalva a los pobrecitos. No. Eso, en todo caso, se lo dejamos a algunos candidatos que están haciendo campaña… La caridad es darme todo yo, lo que soy, lo que uso, mi tiempo, lo que me pasa. Es la máxima expresión del amor: olvidándome un rato de mí, pongo la atención totalmente en la otra persona y busco darle lo mejor de mí. Escucho, miro y hago. Eso es caridad. No ferias de venta de ropa barata o tirar alimentos por la cabeza a los pobres. En todo caso será mirar, escuchar y abrazar a los pobres; hacernos hermanos de tantas víctimas que sufren la exclusión de la Cultura de la Muerte y el Descarte. Y juntos buscar caminos de humanidad.

Servicio y caridad. Esa será la verdadera medida de nuestra fe. Que muchas veces no llega a ser del tamaño de un grano de mostaza…