Miedo a mi fragilidad
a no saber o no poder
acoger esta compleja realidad,
miedo a no saber reconocer
a Cristo buscando ser acogido y amado,
a no ver a Cristo
en la plena entrega de sí mismo,
a no saber encarnar a Cristo
para amarlo en este hoy,
a que el ‘yo’ gane terreno
y no busque ya el bien
sino mi propio interés,
miedo a no dejar a Dios obrar,
a amar a fuerza de voluntad
y no llegar
Miedo a que la semilla
muera sin germinar,
miedo al dolor,
miedo a huir del dolor
porque sé que solo vivo
cuando acojo mi hoy
y muero cuando huyo del Amor
¡Qué Misterio que en el dolor haya luz!
Será porque solo vivo si te tengo
que quiero todo:
la cruz, el dolor,
mi muerte y tu Resurrección.
Sé que vencerás,
en mis noches brillará tu luz,
en mis aturdimientos
se acallará el ruido
y se pronunciará tu voz
como fuente de Vida
que sana y me llama a la libertad,
a la comunión total,
al Encuentro y
a la fecundidad.