“En esto hemos conocido el amor: en que Él entregó su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.” (1Jn 3,16)
Hay sentimientos que nos exceden y que al mismo tiempo nos interpelan, que nos ponen en movimiento, que los sentimos tan fuerte dentro del corazón, que nos lleva a no callarlo, a no guardarlo dentro de nosotros, sentimientos que generan alegría ¿y qué mejor que esa misma alegría sea compartida?.
El amor interpela…
El amor mueve…
El amor desata las cadenas que nos oprimen…
El amor llama al amor…
¿Pero de donde sale todo este ardor?
De un hombre… dicen que era Nazareno, que se llamaba Jesús, que era el hijo de Dios. Un tipo muy particular que no solo cambió la historia, sino que “Nos amó hasta entregarse por nosotros.” (Gal 2,9), nos “Amó primero.” (1Jn 4,10). Y ese amor se hace fuego en nuestro corazón, ya que es un amor tan grande que sobrepasa nuestra capacidad de amar, tan necesario porque ese mismo amor es que nos da la vida, y la ¡Vida en abundancia!
¿Por qué escribo esto? Muchas veces, nos sentimos amados, pero qué lindo es volver a pasar por el corazón, volver a recordar nuestra condición de hijos amados. Dios no se cansa de decírtelo, te lo hace saber a cada instante, en los mínimos detalles de nuestra cotidianidad, hay que tener el corazón abierto a su amor ¿Acaso nuestros viejos se cansan de decirnos “te amo hijo/a”?.
Creo que ese amor que Jesús nos da, nos tiene que llevar también a amar tanto, que sintamos la necesidad de entregarnos por el otro.
Te comparto que hace poco tuve una experiencia de misión, donde, junto con mis compañeros, hermanos y amigos de comunidad recibimos la gracia de amar tanto que ni siquiera pensábamos en nuestro cansancio, ni en lo que nos podría faltar, ni en cuanto caminábamos… ¡Sentíamos la necesidad de anunciar el amor, de anunciar que Jesús estaba con nosotros y que, a pesar de todo lo que podría pasar, el jamás se apartaba de nuestro lado!
Muchas veces siento que nos falta aquello que una santita amiga nos decía “¡Vivir de amor!” por eso te pido hermano/a ¡No tengamos miedo de que el amor estalle, de que el amor explote en nuestros corazones! Que nuestra vida sea un amar y una entrega constante, a tal punto que como San Pablo podamos decir: “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí.” (Gal 2,10).
Dejemos de dar vueltas y amemos ¿Acaso no es lo que Jesús nos pide? “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35).
Fuimos primeriados en el amor, por lo tanto, nuestra esencia, nuestro perfume que llega a todos como una suave fragancia debe ser ese: EL AMOR.
Amor que transforma…
Amor que abraza…
Amor que sale al encuentro…
Amor que comparte y no excluye…
Te propongo que nos dejemos cada día, en cada instante, primerear por Jesús, fuente del amor, que nuestra vida sea un constante enamoramiento dispuesto a abandonarse por completo en los brazos del padre y en el servicio a nuestros hermanos… ¡HASTA DAR LA VIDA!
Julián Nuñez