Cuando me equivoco, Dios me invita a reparar el error.
Cuando me caigo, Dios está para levantarme.
Cuando me siento vencida, Dios me sostiene.
Cuando pierdo mis fuerzas, Dios me da las suyas.
Cuando me pierdo en el camino, Dios me da la oportunidad de recomenzar.
No importa el número de veces que caiga, mi certeza está puesta en el Dios de las oportunidades, que me invita a comenzar una y otra vez, pero siempre de su mano.