En esos momentos de ceguera y profundos suspiros, nos damos cuenta de cuánto nos cuesta la vida, y de cuánto necesitamos estar contigo.
En esa confusión que eclipsa nuestra mirada, cuando la tarde se vuelve noche desesperada, sin duda Tú eres el mismísimo lucero, Tú resaltas con tu brillo el monte y vuelves aurora el sendero.
En la pesadumbre de la última hora del día, cuando la habitación del corazón está vacía, Tú nos abres las ventanas de la casa, Tú nos alumbras relampagueando con tu gracia.
En cada luna que transcurre nuestra alma, te rogamos estar despierto aquí dentro en esta barca, que va sin rumbo en el mar, y que entra a menudo por las corrientes del mal.
En esta caverna fría y oscura de la vida, Tú eres el combustible de nuestras horas, Tú mantienes con tu amor encendida la mecha, Tú alimentas de calor la antorcha.
Contigo marchar la senda será el mejor destino, será el tramo que siempre valdrá, será el tiempo que jamás se perderá, será la hora, el minuto que mejor se estará.