“…el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos” (Lc. 24, 15)

viernes, 7 de junio de
image_pdfimage_print

¿Cómo empezar a hablar de algo o de Alguien si no lo puedo mostrar y que el otro me crea lo que estoy diciendo?, ¿cómo mostrar a Jesús sin hablar de Él?

Vivimos en una época donde la tecnología audiovisual nos aturde constantemente. Donde se necesita un gesto, una imagen, un “milagro”, para creer lo que se nos está diciendo.

Antiguamente  -y en las ciencias se continua haciendo-, se tomaba como punto de partida el fenómeno para comenzar un estudio. Es decir, “lo que se manifiesta, lo que se nos aparece”. Entonces, a partir de ahí los científicos consideraban determinadas variables, realizaban inferencias y llegaban a conclusiones.

En la época de Jesús no era así. Él predicaba con la Palabra, pero no cualquier palabra, sino la Palabra de Dios movido por el Espíritu Santo. Él es Dios, por tanto Su palabra tenía y tiene mucha fuerza. 

Pero las personas de esa época le pedían más que eso. Le pedían signos, milagros, para poder creer. Como nos pasa hoy en día y como pasó antes. Para verlo mejor, tenemos ejemplos bíblicos que nos pueden ayudar:

  • Los milagros que realizó Jesús
  • Mateo que no creyó en la resurrección de Jesús hasta no verlo
  • Los discípulos de Emaús que lo reconocieron al partir el pan
  • Pedro y Juan que al entrar al sepulcro vieron y creyeron en lo que les habían dicho las mujeres sobre la resurrección de Jesús

Y así podríamos continuar llenando la lista.

Ahora bien, tratando de dar una respuesta o por lo menos echar luz al cuestionamiento planteado, quiero abordar el tema de la vocación.

La vocación, como muchos la plantean y con razón, es un llamado y como todo llamado implica una respuesta.

No es cualquier llamado, sino que es la invitación que el Señor nos hace a su encuentro. El hombre en su afán de autoabastecerse, de ser autosuficiente, de su egoísmo, no sale al encuentro sino que es Dios mismo quien camina a la par nuestra y nos comparte su Gracia. Pero para dar respuestas, tengo que tener esa confianza en Él.

Dar respuestas consiste en encarnar el Evangelio, vivir lo que celebramos en cada Eucaristía, es decir, nuestra fe. Y por eso, ser cristiano va más allá de recitar lindas palabras en una oración; va más allá de hablar de Jesús de una forma casi poética. Ser cristiano es predicar con mi vida, con mi ejemplo a los demás. Un mal ejemplo, no es propio de un Evangelio bien vivido.

En la cultura que vivimos, es necesario esto: el ejemplo. La necesidad de la sociedad de hoy quiere que se le muestre un gesto para poder creer. La palabra perdió su verdadero valor que antiguamente se le daba, por eso se la tiene que acompañar con una imagen, pero que ésta tenga más protagonismo. Por ejemplo: ante la renuncia del papa Benedicto XVI a su pontificado, se esperaba que se cierren las puertas del palacio de Castelgandolfo para que se confirme su decisión. Me pregunto, ¿era necesario?, si con el hecho de haberlo anunciado ya estaba. Pero insisto, somos como Mateo que no creyó en Jesús Resucitado hasta verlo y poner sus dedos en las llagas. Somos incrédulos, no hombres de fe. Y Jesús lo expresa clarito: “Felices los que creen sin haber visto”.

La invitación que Jesús nos hace, no es de una manera extraordinaria. No llega como el meteorito que cayó en Rusia hace unos días, no aparece como por arte de magia; llega en el silencio de tu corazón. En ese momento, cuando vos dejas de escuchar al mundo y te dispones a escucharlo a Él.

Y a partir de ese instante, donde hemos conocido su propuesta, respondemos. En nuestra libertad, podemos decirle sí o no, pero nuestro espíritu siempre opta por el bien, porque es soplo del aliento de Dios y qué mejor que trabajar en la viña para el Creador. Nuestra carne es la que no lleva a inclinarnos por desechar esta opción.

Por eso, ante tantas cosas que nos inquietan, que podamos nosotros vivir el Evangelio para decirle SI a Cristo. Una vez que se asume el compromiso, siempre es difícil mantenerlo, pero si sabemos pedir al Padre, Él que ve en lo secreto nos lo concederá. Así continuaremos anunciando la Buena Nueva en clave más audiovisual, siempre encarnando primero en nosotros el llamado que Él nos hizo.