Es tu dolor lo que, en mi fragilidad, me sostiene y alienta para poder fortalecerme.
Son tus brazos extendidos en la cruz los que me abrazan y confirman que en tu abrazo hay lugar para todos.
Es tu amor lo que me ensancha el corazón y a la vez me muestra lo limitada que es mi capacidad de amar.
Es tu verdad y tu convicción en crear la civilización del amor lo que hace que quiera ponerme la camiseta y jugar toda mi vida para tu equipo.
Es tu madre la que, adoptándome como su hija, me enseña a contemplarte en silencio.
Es tu vida la que me deja en claro la importancia de arriesgarse por lo que Dios me tiene preparado y me impulsa a amar hasta el extremo.
Es tu modo, Jesús, el que me revela una nueva forma de amar.