El premio del Señor: los amigos

viernes, 19 de julio de
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La vida se teje de momentos que se dan sin importar cómo y dónde. En esos fragmentos de nuestra historia aparecen los amigos.

Descubrimos en nosotros páginas en blanco que esperan ser escritas con la tinta de otros, y pintadas con los tonos que sólo los colores de los amigos saben dar.

Hay amistades que siendo de los extremos de un mismo terreno, o una diversa tonada, unen en una mateada los ríos que los separan. Y sin importar las crudas diferencias, deciden borrar las fronteras y sembrar confianza donde la tierra no engendra.

En los ojos de un amigo se guarda un cofre, nuestro lado más natural. En sus palabras descubrimos un rumbo, la senda que nos lleva a la libertad.

En un amigo está nuestro atrio, aquel lugar en el cual muchas veces elegimos descansar.

En algunos amigos, nuestra fe es pura, es un espejo en el cual nos podemos reflejar.

Hay que agradecer a Dios por esos que vienen a ser el sol, a traernos esa sonrisa de río, a escribir cada centímetro y renglón de nuestro libro. Hoy es un momento para agradecer que la vida es premiada por el Señor cuando aparece un amigo para cuidarnos y hacernos crecer.