Una mañana, con su barca en la orilla, estaba el viejo marinero. Su mirada, como el mar encrespado, una vida dura en alta mar. No muy lejos el joven Buscador, observaba el mar pensativo. El viejo marinero pasó junto a él y le dió una palmada en la espalda. Sonrió el viejo marinero. Su voz le susurró: -Mi viaje ha terminado, he traído mi barca a la orilla. Ve te toca a tí joven amigo, deja ésta tierra segura, saca el coraje y atrévete a navegar en el mar de la vida. Déjate tocar por el encuentro – prosiguió el viejo marinero- De quién vive en alta Mar, de sentirte pleno.
El Buscador lo miraba admirado. El marinero era figura del Héroe de sus aventuras. Eran bellas sus historias pero imitarlo para Buscador era complicado. ¿Cómo hago para dejarlo todo, familia, amigos, sueños? He intentado navegar por el mar. Pero fallé en el intento -Le dijo Buscador Sigue al Camino. No pienses que sólo tú tienes el timón en tus manos. Déjate guiar. Sol tendrás. Tendrás el viento del Espíritu. Cree en mí, en quién te quiere grande y libre de tus miedos, timonero de tu vida. Semilla de vida te convertirás. Luz y bondad. Perfumado fruto, de deliciosa fragancia. En el mundo de los excluidos, Viva fuente tú serás. Tu vida se hará semilla de caridad.
Y el día después, consumado, desgastado, cansado, cerró los ojos el viejo marinero. No tenía nada, pero su barca la regaló al joven Buscador.
Y así, una mañana, de la misma playa, una melena joven, con coraje se encaminó, hacia el Mar. Inflamado del alegre viento.