Que tu partida Señor, no nos deje perplejos mirando el cielo pensando en que te vas, entristeciendo el corazón y permitiendo que la vida pase sin la esperanza de tu nueva venida. Porque lo prometiste nos enseñaste de un Dios vivo que nunca nos abandona y que camina junto a nosotros.
A veces la vida nos lleva a ese estancamiento espiritual, donde nada pasa, luego de haber tenido una gran experiencia junto a Jesús, a su lado aprendiendo del Amor y la misión, supimos entender que es lo que Él nos pedía. Este momento suscita entonces con más fuerza un nuevo “¡Acá estoy Señor listo para recibirte nuevamente!”. Y en oración como en aquel cenáculo en ese lugar predilecto de encuentro con el Padre, permanecer listo para la nueva venida donde los dones del señor se derramaran y con más fervor saldremos a las calles a anunciar las buenas nuevas, que nuestro Dios es grande y quiere renovar la faz de la tierra, con la novedad Amor al prójimo y con la capacidad de asemejarnos a Él, que al morar en nuestros corazones nos da la posibilidad de ser nuevos Cristos, que caminan y que aman como el nos ah amado.
La venida del Espíritu nos ensancha el corazón y da nuevos aires al alma, entonces tranquilos por la victoria de Cristo sobre este mundo. Permanezcamos en espera y abiertos a lo que nos rodea, para asimilar estos nuevos tiempos y comprender al fin, empujado por ese anhelo de redención, de qué forma debo yo reflejar a nuestro Dios.