Hago el mate, acomodo los marcadores, clasifico los libros por tema, etiqueto con adhesivos, hago flechitas para acá y para allá, pienso, mancho la hoja con mate, rezongo, me levanto para limpiar y cambiar la yerba, aprovecho a traer algo para comer, me distraigo, tengo abiertos muchos Words al mismo tiempo, me pongo nerviosa porque se está terminando este fibrón pero no voy a tirarlo hasta que no esté totalmente muerto, hago anotaciones en el resumen, caliento el agua del mate, miro los libros sin saber por dónde seguir, leo, relaciono, anoto, coloreo, me contracturo.
Τodo eso estoy haciendo cuando digo “ahora no puedo; estoy estudiando”. Escribir la tesis es, para mí, un montón de cosas que se desparraman arriba de la mesa de golpe (¡pam!) y ahí se quedan, bien enredadas, y se meten en mi cabeza, y en la espalda, y en el cuerpo entero, y me retuercen y me alteran y me comprimen. Desenredarlas es todo un proceso agotador y lento: las miro, las doy vuelta, les pongo color, las analizo, les busco la vuelta, hasta que entiendo dónde hay una punta y empiezo a tirar de ahí: algunos días con esmero y paciencia; otros días con desesperación y hastío. Así estaba estos días, desesperada y angustiada, como aplastada por la tesis. También ansiosa por lo que se viene este año. Todos los años se me presentan así, como un verdadero monstruo de cambios y decisiones; como si la falta de conocimiento sobre lo que va a pasar fuera un huracán a punto de desatarse. Siempre vivo el comienzo de año con esta paradoja: con mucha emoción y tanto miedo. No me doy cuenta tan fácil porque, ya sabemos, “la procesión va por dentro”.
Así, con todas estas cosas que van por dentro, fui a Misa el domingo. Cuando escuché la canción “Vida en abundancia”, recibí, como una caricia que me punzaba y calmaba, la certeza: “todo terminará bien”. Entonces entendí la ansiedad que me dominaba y supe que podía tener Vida en abundancia, incluso estando tapada por la tesis o combatiendo al monstruo de este año. “Tené confianza en mí; acá estoy junto a vos”. Solo hace falta eso: la confianza en Dios. En medio del caos y justo cuando el año se nos viene encima, tener confianza en Él y creerle que, como dice la canción, la fiesta del Reino comienza acá. Entre los libros, en un 2019 de incertidumbres y en mis circunstancias, bien acá comienza, porque bien acá está Dios.
Ahora abrí los libros para seguir con la tesis. Tengo el mate hecho, los marcadores listos, los libros clasificados por tema y el calendario marcado con las fechas que debo cumplir. Respiro hondo, pido a Dios la gracia de tenerme paciencia y le agradezco por esta certeza de saber que está bien acá, sosteniéndome.