Miércoles 23 de Enero del 2019 – Evangelio según San Marcos 3,1-6

martes, 22 de enero de
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Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”.

Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

Palabra de Dios

 

P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

En este mes de enero, la Palabra nos sigue ayudando para poder encarar y comenzar nuestro año de una manera distinta. Fijate lo que nos regala el Evangelio de hoy, la curación del hombre que tenía la mano paralizada. Con este pasaje nos puede ayudar el detenernos en los gestos y las actitudes de los personajes que aparecen.

Meditemos algunas ideas:

En primer lugar, Dios mira tu necesidad. El Señor ve a este hombre que tenía la mano paralizada. ¿Te imaginas eso? No sabemos su nombre, no sabemos su historia, pero seguramente era una persona que estaba sufriendo. El tener la mano paralizada implica de alguna manera depender de los demás, no poder hacer las cosas por uno mismo, necesitar del otro, aunque eso cueste. Capaz que hoy vos y yo también tengamos alguna parálisis, ¿no? A lo mejor hasta te sentís como una molestia para los demás, y claro, viene el sufrimiento. Pero el Señor lo mira distinto, lo ve en su necesidad, pero no para tenerle lástima – porque Dios nunca tiene lástima – sino que se compadeció de él. Ve la atadura de este hombre, mira con ojos más profundos, no se queda en la apariencia, sino que ve su corazón. Qué bueno poder tener esa misma mirada de Jesús. Tal vez Dios te esté pidiendo para este tiempo que empieces a mirar diferente, que te tomes el tiempo para mirar bien y profundo a las personas que tenés a tu lado, no de reojo, sino con los ojos de Jesús. Pedile al Señor una mirada nueva, una mirada de amor.

En segundo lugar, Dios no te mira como los demás. Por otro lado, vemos la mirada de los fariseos. Estas personas no veían al hombre, sino un instrumento, una excusa para poder condenar a Jesús. Estaban buscando un pretexto para tenderle una trampa al Señor. Es esa mirada egoísta de la que nos tenemos que escapar. Hay que huir de esa mirada utilitaria, de esa mirada que condena, de esa mirada que solamente mira al otro para usarlo y ya. Qué triste encontrarnos con personas así, con personas negativas que solamente observan la vida solamente para juzgar. Qué buena oportunidad para pedirle al Señor que nos empiece a sanar si alguien nos miró y nos utilizó en nuestra vida, qué buena oportunidad para implorarle a Señor que nos cambie la mirada y nos transforme el corazón.

Por último, Dios te mira y te transforma. Vemos cómo el Señor lanza una mirada de indignación frente a la condena y el juicio de esos pocos. No porque Dios castigue, sino porque a Él no le da lo mismo que tengas una mirada de amor o una de rencor. Por eso no solamente sana ese hombre con la mano paralizada, sino que también le perdonó los pecados. Fijate cómo la mirada de Jesús hoy te puede sanar tanto, con solo una mirada, Dios quiere renovar tu vida. Dejate mirar por Dios y que esa mirada te ayude a mirar diferente a los demás.