Durante los últimos días las redes sociales se han llenado de fotos de personas ancianas. No es que ellos estén utilizando redes sociales, aunque algunos ya lo hacen y muy bien, sino que son el resultado de aplicar el filtro Face App a una imagen. Cargando una imagen, a través de inteligencia artificial, esta aplicación muestra cómo sería esa persona siendo anciano.
Ver a famosos o personas públicas “envejecidos” llama la atención y despierta sorpresa, pero verse a sí mismo o a las personas queridas con 30 o 40 años más, verdaderamente causa impacto. “Impresión” contestó mi amiga al verme con 70 años, los pómulos caídos, algunas arrugas marcadas y los dientes oscurecidos. La aplicación genera un efecto muy verosímil, manteniendo algunos rasgos de la persona y cambiando el aspecto de la piel, el pelo o los dientes.
Estas imágenes, quizás sorprenden, porque nos hacen caer en la cuenta que es una total mentira la eterna juventud. Casi como con un baldaso de agua fría nos pone de cara frente al tiempo que no se detiene, la vida que es frágil y nuestros cuerpos que también lo son. ¿Por qué tendremos miedo a crecer y llegar a “la tercera edad”?
Creo que todos en menor o mayor medida sabemos que en algún momento nos haremos viejos, pero vernos a nosotros mismos (con nuestros propios rasgos faciales) impacta y mucho. El paso del tiempo deja sus huellas en nuestras vidas (y en nuestro rostro) y el FaceApp me hizo pensar en mi futuro: ¿cómo es esa viejita que quiero llegar a ser? ¿cómo me gustaría que fuera mi mirada y mi postura corporal? ¿Cómo me imagino? ¿con quiénes me gustaría compartir la vida? ¿Qué creo que me gustará hacer cuando llegue a esa edad?