A veces, la vida te permite encontrar alguien con quién buscar las raíces del arcoíris, alguien con quién exhumar el oro de lo profundo.
Hay con quienes el café se vuelve intenso, cedrón y miel. Esos, que al pronunciar sus renglones, rebosan el espíritu de calidez y esperanza; verde mate vuelven un jardín, y ceban abriendo un paraíso ante los ojos.
Personas que aparecen como enseñando a leer las partituras del alma, libando la sabia de nuestros años, de nuestra mirada.
Gente dispuesta a navegar mar adentro las horas, a suspender el reloj; minutos en donde se emprende un viaje con otro equipaje.
A veces, ante esos seres así, sólo se trata de confiar, de correr el riesgo y dejarse despojar. Se trata de compartir hasta poder vislumbrar que algunas vidas han sido escritas por un autor de pluma divina, por alguien extranjero y celestial.