Te doy gracias, Señor, y te alabo. Gracias por tu infinito Misterio que me llama a la libertad. Gracias por tu voz que me despierta de la inercia. Gracias por tu esperanza que me sana el corazón. Gracias por tu confianza que me hace caminar. Gracias por tu paz, por el agua de tu Fuente, por recorrerme completa, por llenarme, por vaciarme, por cada surco, por lo que duele y por lo que en Vos emerge. Gracias por tu Misterio, gracias por mi muerte y tu Resurrección.