¿Hacer tu voluntad o elegir mi capricho?

martes, 16 de julio de
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Hace casi 9 años, cuando el Señor me llamó por mi nombre, me sentí con miedo, no sabía qué hacer, con esa voz que me invitaba a seguirlo… Aquella tarde de Noviembre, donde sentía que mi vida se hundía, y no podía más, dije frente al Sagrario: ¡No puedo más!

Empecé a sentir esa voz que te dice “Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas” y ese abrazo, que abraza el alma y une todas las partes. Empecé a pensar el por qué de las cosas. Con el tiempo, al ir profundizando la oración, entendí el Plan perfecto de Dios, su Voluntad. Si yo no hubiese pasado por esos momentos de dolor, donde sentía que todo se derrumbaba, si no estaba a punto de ahogarme, nunca hubiese pedido a gritos esa mano que me ayudara a salir a la superficie.

Dios en su hermosa locura, mueve las piezas de nuestro ajedrez, como Él quiere. Porque sabe, y ya tiene ese plan perfecto para nosotros. Nos permite pasar por ciertas pruebas, y hasta algunas perdidas, para demostrarnos que todo forma parte de su plan. Jamás nos abandona, siempre está al lado en cada momento, y cuando a veces se hace tan pesado el peso de nuestra cruz, es porque andamos como “dormidos” no tenemos nuestra mirada y nuestra atención puestas en Cristo. Y a veces nos enojamos con Él, porque no escucha nuestra súplica, que tantas veces ha sido un capricho. Y decimos “Dios está sordo, no me escucha, o anda demasiado ocupado para que me preste atención”. Sí que nos presta atención, y mucho más de la que creemos, es que quizás pase, que eso tanto pedimos, no sea el momento en que deba suceder, o lo que es más difícil de aceptar, que no es para nosotros. Por eso Dios a veces nos corre los planes, nos muda de sitio, nos saca a personas del camino, porque está preparando algo, y seguro eso es mucho mejor de lo que teníamos en mente.