Líbrame, Señor, de la indiferencia que me corrompe Líbrame, Dios mío, de pasar a tu lado y seguir de largo Líbrame, Jesús crucificado, de cálculos mezquinos. Líbrame, Jesús, de un corazón de piedra que no se conmueve ante el dolor del prójimo Líbrame, Señor, de la cobardía cómoda Líbrame, Cristo sufriente, de la falta de coherencia entre lo que creo y lo que vivo Líbrame, Jesús herido, de camuflar mi egoísmo tras el derrotismo conformista Líbrame, Señor, de la desesperanza de mirada triste y brazos cruzados Líbrame, mi buen Jesús, de todo aquello que me deshumaniza.
Dame valor para mirar de frente al dolor y dolerme pero no paralizarme. Hoy soy cómplice, Señor. Perdóname. Pero deseo hondamente mañana poder ser una más de esos hombres y mujeres que se dan de lleno y que se entregan en la lucha cotidiana por un mundo más justo. Hoy, a tu pesar y al mío, cómplice. Mañana, por tu gracia, servidora de tu causa.