Quiero acercarme y contagiarme de tu compasión para expresar tu ternura, para ofrecer el aceite que cura heridas, el vino que recrea y enamora.
Tú, Jesús, buen samaritano, acercate a mí, como hiciste siempre.
Ven a mí para introducirme en la posada de tu corazón. acercate a mí, herido por las flechas de la vida, por el dolor de tantos hermanos, por los misiles de la guerra, por la violencia de los poderosos.
Sí, acercate a mí, buen samaritano; llévame en tus hombros, pues soy oveja perdida; carga con todas mis caídas, ayudame en todas mis tribulaciones, hazte presente en todas mis horas bajas.
Ven, buen samaritano, y hazme a mí tener tus mismos sentimientos, para no dar nunca ningún rodeo ante el hermano que sufre, sino hacerme compañero de sus caminos,
amigo de tus soledades, cercano a tus dolencias, para ser, como Tú, «ilimitadamente bueno» y pasar por el mundo «haciendo el bien» y «curando las dolencias»
Amén