Jueves 10 de Agosto de 2023 – Evangelio según San Juan 12,24-26

miércoles, 9 de agosto de
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Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

Palabra de Dios

Padre Sebastián Zagari | Sacerdote de la Diócesis de San Nicolás

El evangelio que escuchamos hoy es el que la Iglesia nos propone para la fiesta de San Lorenzo, el santo que celebramos, que fue un diácono de los primeros tiempos de la Iglesia que murió mártir a mediados del siglo III. Y por eso escuchar este evangelio en esta fiesta de alguna manera nos habla de la vida de San Lorenzo, pero también la vida de San Lorenzo nos hace remontarnos al evangelio que escuchamos. Porque, en realidad, la vida de los santos, y sobre todo la vida de los mártires, es el mejor comentario al evangelio de Jesús. Porque justamente ahí tenemos a los que lo vivieron y lo testimoniaron hasta el final, los que lo vivieron y testimoniaron en serio, y por eso nos muestran lo que es el evangelio.

Y el Evangelio de hoy dice justamente esto del grado de trigo: este misterio del grano de trigo que, para poder dar mucho fruto, necesita caer en tierra y morir. La otra opción es no morir pero quedarse solo, quedarse infecundo. Con esto Jesús está mostrando cuál es el camino de su vida: la vida de Jesús es ese grano de trigo que cae en tierra y muere, y así da mucho fruto, el fruto más grande, la salvación del mundo entero. Pero también la vida de los discípulos de Jesús, nuestra vida, tiene que seguir este testimonio y este misterio del grano de trigo.

Lo vemos en San Lorenzo. San Lorenzo era un diácono de la iglesia en aquellos primeros tiempos en que iba creciendo en medio de persecuciones. Como diácono se dedicaba a la administración de los bienes de la iglesia y al servicio a los más pobres, a los cuales amaba. Y la prueba de esto es que, cuando es martirizado el Papa al cual Lorenzo acompañaba, entonces a él se le exige que entregue todos los bienes de la iglesia y San Lorenzo se va a buscar a sus amigos, a los más pobres de la ciudad de Roma, a los que él acompañaba y servía, y los presenta diciendo: “Éste es el verdadero tesoro de la iglesia”. Y para él eso no eran palabras vacías, porque su vida estaba entregada a Jesús en esos pobres. Por eso, cuando él da la vida, cuando es martirizado, cuando es llevado a la muerte por el nombre de Jesús y por el amor a los pobres, entonces ahí vemos este testimonio del grano de trigo que también muriendo da mucho fruto. Hasta el día de hoy, tantos y tantos siglos después, celebramos y hablamos de San Lorenzo porque su vida fue fecunda, porque su vida tuvo sentido, porque su vida se entregó hasta el final, y por eso su testimonio sigue siendo luminoso.

Estamos llamados a lo mismo: a un testimonio luminoso. Y un testimonio luminoso siempre pasa por la entrega, siempre pasa por saber morir a nosotros mismos para poder dar vida, para poder ser fecundos. Por eso me parece que es muy lindo recordar lo que hace poquitos días el Papa le decía a los jóvenes en Lisboa: “Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando aprendemos a amar como Jesús. Eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, te mirás a vos mismo como un egoísta, ahí la luz se apaga”. Eso decía el Papa Francisco hace poquitos días nomás.

Lo que nos hace luminosos es amar como Jesús, es hacer obras de amor, y eso siempre implica la entrega, una entrega que se da en lo cotidiano, un testimonio que se da en lo cotidiano, un dar la vida que se da en lo cotidiano. Pero para amar como Jesús, para vivir el evangelio, hay que dar la vida y diariamente tenemos muchas oportunidades de dar la vida. Elegir amar como Jesús es dar la vida, es renunciar a nosotros, es saber morir a nosotros para poder ser fecundos con nuestro testimonio. Amar como Jesús es dar la vida y esa es la única manera en que nos volvemos luminosos. Por eso hoy le podemos pedir a San Lorenzo que a nosotros, que vivimos otros tiempos, con otros desafíos, con otras realidades, nos ayude también a poder tomarnos en serio el evangelio y este misterio del grano de trigo, a elegir amar como Jesús – aunque a veces nos cueste, aunque a veces sean más fáciles otros caminos, aunque a veces sean más cómodas otras maneras de hacer las cosas – elegir amar como Jesús, para que nuestra entrega cotidiana sea fecunda y pueda dar mucho fruto.