Jueves 12 de Septiembre del 2019 – Evangelio según San Lucas 6,27-38

miércoles, 11 de septiembre de
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Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.

Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.

Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».

 

Palabra de Dios

 

Padre Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharrám

 

Esta Palabra de Jesús nos cuestiona. Forma parte de esa parte del Evangelio que pareciera más nos costara poner en práctica. Amar a los enemigos. Hacer el bien a los que te odian. Bendecir al que te maldice. Rogar por el que te difama. Es un lenguaje duro.

Sin embargo, es algo que no podemos dejar de lado. No podemos vivir el Evangelio en parte sí y en parte no. O todo o nada. O todo Jesús o nada.

Me parece que muchas veces somos nosotros los que nos ponemos en papel de víctimas. Cuando leemos, rezamos y pensamos en este pasaje del evangelio muchas veces somos nosotros los que nos ponemos en el lugar de los que sufren persecución, son heridos y lastimados. Pero nos olvidamos que muchas otras veces somos nosotros los que perseguimos, los que herimos y lastimamos. Una palabra fuera de lugar. Un gesto desafortunado. Una burla. Una broma de mal gusto. Todo esto lastima. Y así nos convertimos en “enemigos” de los que muchas veces queremos amar.

Por eso hace falta esta palabra del Evangelio. Porque la medida de cómo quiero que me traten a mí quiero entonces tratar a los demás. Yo no sé ustedes, pero lo que yo quiero es ser amado. Y entonces no me queda otra: he decidido amar.

Sé que esto cuesta. Amar a todos. Perdonar a todos. Incluso a los que no me quieren, o me odian, o me persiguen. Pero la gracia de Jesús nos basta. Y te invito a que en este momento hagas un rato de oración, por esa persona que no te bancás, que no soportás, que te cuesta amar, que te lastimó, te hirió o te trató mal. Y pedile a Jesús que te bendiga y lo bendiga a él o ella. Y que te ayude a amarlo. Pedí por su bien.

A todos los docentes le pido al Corazón de Jesús que los bendiga en su día.  Abrazo grande.