Jesús tomó la palabra y dijo:”Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”
El evangelio de hoy es muy cortito pero tiene una fuerza impresionante. Es una invitación de Jesús, una invitación muy sencilla que nos dice: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados”.
Seguramente todos tenemos experiencia de esto. ¿Quién no tiene la experiencia de sentirse alguna vez afligido, triste, bajoneado, con un dolor, una tristeza, una angustia en el alma? ¿Quién no tiene la experiencia de sentirse cansado? Con ese cansancio del corazón o, como dice esta palabra, “agobiado”: esto de tener un peso encima que por ahí venimos cargando hace tiempo y que sentimos que ya no podemos cargar, que nos tira para abajo y que nos está oprimiendo.
Para nosotros, que seguramente muchas veces nos hemos sentido así, o tal vez ahora mismo, hoy, nos sentimos así, Jesús nos regala esta invitación: “vengan a mí y yo los aliviaré”. Es una hermosa promesa de Jesús. En él podemos encontrar el alivio, en él podemos encontrar el descanso, en él podemos volver a encontrar la fortaleza, la alegría. Él nos lo ofrece. Por eso nos dice: “Carguen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, aprendan de mi paciencia, de mi humildad de corazón, y van a tener alivio”. Esa es la promesa de Jesús, esa es la invitación que nos da.
A veces cuando nos sentimos así, bajoneados, cansados, agobiados, nos pasa que no sabemos bien qué hacer, o no sabemos bien dónde encontrar una salida. Y Jesús nos la está ofreciendo y nos dice: “Vengan a mí porque acá van a encontrar el alivio”. Aprender a dejar nuestras angustias, nuestras tristezas, nuestras preocupaciones en el corazón de Jesús, y recibir del corazón de Jesús esa enseñanza tan linda de la paciencia, de la mansedumbre, de la humildad.
Pero también esta invitación de Jesús es para que nosotros la repliquemos, para que le hagamos llegar esta invitación a otros hermanos nuestros que están así, que están cansados, que están agobiados, que no dan más.
Hoy es el día del amigo, ¿no? Y bueno el día del amigo nos hace pensar un poco en esas personas que, en definitiva, son para nosotros descanso. Un amigo es eso: es alguien en quien puedo descargar mi corazón, puedo desahogar lo que tengo adentro, puedo apoyarme en él, sabiendo que también yo voy a estar disponible para cuando él necesite apoyarse en mí. Ser amigo es aprender a ser descanso para el otro y por eso Jesús también tiene esta actitud con nosotros y nos invita a tenerla con los demás. No tirar más peso encima de mi hermano sino aprender a ser descanso, que el otro encuentre en mí un descanso, un alivio, una fortaleza renovada.
Recibamos esta invitación tan hermosa de Jesús y compartámosla con otros, porque seguramente hay muchos que la están necesitando.