Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”.
Ya estamos casi en el final del año litúrgico y el evangelio de hoy nos muestra este momento tan especial en la vida de Jesús, cuando él llega a Jerusalén, a la ciudad santa, se pone a mirar la ciudad, y se pone a llorar por ella. Es uno de esos momentos conmovedores que nos muestran el corazón humano de Jesús, que se conmueve y que sufre por la ciudad de Jerusalén y por su pueblo. Me viene a la mente esa canción que a veces cantamos recorriendo la geografía de nuestra Patria y haciendo referencia a las ciudades grandes y dice: “Hoy te reconocemos en su mirada intensa, pues vos que amabas a tu ciudad lloraste por ella”.
Son lágrimas de quien ama y por eso sufre, porque ese pueblo amado no supo reconocer la visita de Dios. Las palabras de Jesús son fuertes: “Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz”. Jesús vino a traer un mensaje que era, en primer lugar, para su propio pueblo, para esa ciudad santa, y sin embargo no lo supieron recibir. Conmueve pensar en esto cuando escuchamos y vemos las noticias de estos días respecto a Tierra Santa y una violencia que parece no tener fin. Pero esto habla también de nosotros. También para nosotros Jesús tiene un mensaje de paz: para mi vida, para mi corazón, para mi familia, para mi comunidad, para mi sociedad, para la iglesia. Y tantas veces nuestro corazón se cierra.Por eso la clave de este mensaje que hoy nos deja Jesús en el evangelio, de esta lamentación de Jesús, de estas lágrimas de Jesús por lo que le espera también a ese pueblo que le cerró las puertas a Dios, la clave está en esas palabras finales: “No supiste reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”. Podemos llevar esa esa frase a nuestra vida y a nuestro corazón y preguntarnos: ¿Yo sé reconocer los momentos en que soy visitado por Dios? ¿Yo sé aprovechar esos momentos en los que Dios se hace presente con fuerza en mi vida? ¿Yo estoy atento a esa presencia de Dios, que viene a renovar todo mi corazón? Saber reconocer la visita de Dios, saber reconocer la presencia de Dios, saber reconocer el amor de Dios que una y otra vez llama a las puertas de mi corazón en tantos acontecimientos y circunstancias de mi vida.Pidámosle hoy a Jesús que nos regale esa gracia. Pidamos hoy a Jesús que nos ayude a poder abrir el corazón para reconocer su visita, porque eso nos va a hacer experimentar su mensaje de paz, porque eso va a hacer renovar nuestra vida, porque eso nos va a hacer más conscientes y más despiertos de la misión que el Señor nos confía de hacer presente el reino de Dios. Dentro de poquito empezamos el adviento, que nos va a poner un poco en esta dinámica de reconocer la visita de Dios. Empecemos ya desde ahora, en el día de hoy en las personas que hoy nos encontramos, en las situaciones que hoy nos tocan vivir: ¿dónde Dios me está visitando? Es una pregunta que, si todos los días me la hago y trato de encontrar la respuesta, me va a hacer crecer en ese vínculo con Dios, que siempre me visita y siempre se hace presente.