“En fin, vivan todos unidos, tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes” 1Pe 3, 8
Así, con esta exhortación comienzo estas líneas. Y es que estos días he podido pensar profundamente sobre el significado que tiene la familia para el cristiano. Pero en esta ocasión no quisiera referirme específicamente a la familia de sangre, aquella donde nacimos a la vida y donde fuimos formados y educados desde nuestra llegada a este mundo, sino a la familia escogida, aquella que por algún motivo se nos da en el camino y con quiénes por opción aprendemos a vivir en fraternidad.
Por eso esta vez quiero ir un poco más allá, ya que puedo decir con convicción que desde la fe pertenecemos a una familia mayor, a esa familia universal que es la Iglesia. En ella es donde encontramos nuestro lugar para crecer en amistad con Jesús, para sentir a Dios como un Padre y al Espíritu como quién nos asiste en todo momento. Pero además de lo anterior, la Iglesia es un espacio diverso donde puedes dar y darte con tus dones y carismas, donde puedes ser tú mismo y caminar junto a otros. Al menos esa ha sido mi experiencia de Iglesia y quisiera que todos pudieran sentirla y vivirla así, una Iglesia que es Madre y donde puedes encontrar calor y acogida de hogar. Y aunque probablemente no sea así para todos, mantengo la esperanza que en ella brote la vida que viene de Jesús resucitado y desde allí se sanen todas nuestras fragilidades y pecados.
Esta reflexión se me viene como un movimiento interior, de una búsqueda profunda de vivir en Espíritu de familia, de poder encontrar en la Iglesia un lugar donde desplegar el corazón junto a otros en la misión fundamental de anunciar a Cristo con mi propia vida. Por eso destaco la importancia de la comunidad, de la común-unidad, de poder sentirse acompañado en el camino con otros y otras, sobrellevando las dificultades con paciencia y compartiendo la alegría y el gozo de tener a Dios en el centro y poder llevarlo a todos, especialmente a quiénes necesitan de ti y de mí para conocerlo. La Iglesia nos muestra muchas opciones donde encontrar ese espacio que Dios tiene reservado para cada uno. Todas esas posibilidades son camino para llegar a la misión común de todos los cristianos.
La fe se vive junto a otros, la misión se ve fortalecida cuando entre todos fijamos nuestra mirada en Cristo y crecemos en comunidad. La alegría de la Iglesia es ser familia en Dios.