La peregrina

miércoles, 21 de diciembre de
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Había una vez una peregrina que comenzó a andar luego de que sus rodillas tocaran la tierra. Estaba cansada y sucia. Llevaba a sus espaldas peso innecesario. Tenía los pies adormecidos y la mirada triste.

Un día pasó Posibilidad y la llamó. Ella la miró desconcertada, incrédula. Esta permaneció sosteniéndole la mirada, le extendió la mano. Ella se animó.

“¿Por qué no?”, pensó.

Empezaron a charlar de lo que la vida podía ser. Caminaron por largo rato bien despacio.

Ya en camino, Confianza relevó a Posibilidad y siguió la peregrina acompañada.

Hacía muchos años que andaba pero este último tiempo (ya no recordaba con exactitud desde cuándo) se había sentido muy cansada. Ya no era la de paso sereno y ligero, la de equipaje liviano y mirada transparente.

Anduvieron largo rato la peregrina y Confianza. De a poco se le fueron encendiendo los ojos, de a poco sintió más liviana.

Se sumó al andar Esperanza. Eran ya tres, qué lindo caminar a la par de la gente que nos hace bien.

La peregrina ya no se sentía perdida y ahora de vuelta veía.

La sorprendió el Amor, le sacó la mochila. Le enseñó a cargarla, le explicó qué llevar, cómo ordenar la vida, cómo cuidar su cuerpo y cómo sanar sus pies.

Eran ahora cuatro. Esperanza, Confianza, Amor y la peregrina. De allí en adelante, siguieron andando juntos el camino de la vida.

La peregrina sonreía e interiormente agradecía.