Las dudas como parte del camino de la fe

viernes, 4 de octubre de
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Escribí estas líneas, en el preciso momento en el que estoy atravesando, por llamarla así, una crisis de fe.

Hace un tiempo, descubrí que los espacios en los que solía encontrarme con Dios, que llenaban mi alma y me provocaban una sensación de paz como el grupo de jóvenes en el que participaba, los encuentros a los que iba, hoy ya no me generan esa sensación.

Ahí, empezaron mis preguntas, las preguntas que seguramente todos nos hacemos o hicimos alguna vez ¿Valdrá la pena lo que hago?  ¿Será que verdaderamente es real ese Dios en el que creo?

La verdad no es una pregunta que yo haya podido contestar desde fundamentos filosóficos racionales, ignoro mucho de teología (cosa que no me enorgullece).   Pero sí, puedo contestarla desde lo que me pasa, desde lo que siento y, puedo decirles que aún en medio de esta crisis, cada vez que tengo miedo de manera casi automática me encuentro rezando y enseguida tengo una sensación de tranquilidad. También puedo decirles que en las noches (aunque a veces quisiera no hacerlo) no puedo irme a dormir sin agradecer a Dios por lo vivido en el día.

Además, y esto es lo más importante, puedo contarles que en el momento en el que las dudas eran más fuertes mi grupo de jóvenes empezó a ir a un barrio a hacer actividades con niños.  Jugábamos, cantábamos, pasábamos largas tardes con los chicos y, de repente, volví a sentir esa alegría que sólo el compartir con Dios y con nuestros hermanos puede darnos.  Además,  justo cuando quería abandonar toda actividad relacionada con Dios o que me vinculara a la Iglesia me encuentro con una publicación en el Facebook de Radio María donde invitaba a todos los que quisieran a hacerse usuarios y escribir para Oleada Joven. Siempre me encantó escribir, así que me anoté, y ahora estoy acá escribiendo estas líneas y sintiéndome feliz haciéndolo.

Hoy sigo haciéndome preguntas, pero aún así quiero decirte que si estás atravesando por una crisis, simplemente seguí buscando, quizás sólo sea Dios invitándote a recorrer otros caminos, a ofrecer algo distinto. Porque como dice San Arnoldo Janssen, “El mejor lugar del mundo será siempre aquel en donde Dios me quiera”.