Lo que la Scaloneta nos dejó

domingo, 25 de diciembre de

La emoción y alegría que sentimos cada uno de los argentinos en estos días es inexplicable
Dicen que es sólo fútbol, pero evidentemente para nosotros es mucho más que eso.

Es increíble cómo nos pone felices el logro de unos muchachos que probablemente nunca conozcamos en persona, pero que sabemos cuánto han luchado y trabajado por su sueño representando nuestros colores, que el alcanzarlo nos emociona también. Su felicidad es la nuestra, como lo fue cada intento a lo largo de estos años.

Hacer memoria de este acontecimiento, con el camino recorrido, nos deja un montón de lindos mensajes que no queremos dejar pasar.

Confiar
Empezar un mundial con el pie izquierdo no parece ser un obstáculo cuando la confianza está bien puesta.
Si, en el equipo, en lo que podemos llegar a dar, y en los dones que Dios nos regaló.
No, no es rebuscado. Algunos jugadores como Lionel Messi o Enzo Fernández, reconocieron públicamente el saber que Dios les ha concedido ese don. Y cada don puesto al servicio en el equipo (o en una comunidad) se multiplica y da sus frutos ¡Sin dudarlo!

Pero la confianza viene de antes, nos llena de orgullo y nos inspira verlo a Leo,  a Ángel Di María, intentándolo una y otra vez.

Este año no sé cuántos eran los argentinos que creían que era posible ganar el mundial. Desde el punto de vista futbolístico la historia reciente nos recordaba cuántos “fracasos” habían golpeado el corazón de millones. Pero este grupo de jugadores, de equipo técnico, nos pedían creer y nosotros “nos volvimos a ilusionar”. ¡Que duro pedirle eso a un pueblo cascoteado y defraudado por tantos que nos pidieron lo mismo, en otro ámbito, y que se cansaron de traicionar!. Aún así, creímos, confiamos, acompañamos y pudimos ver un testimonio maravilloso que nos regaló este equipo: que si todos juntos, sin egos ni rivalidades, con respeto nos animamos a perseguir un objetivo común, es posible la victoria. 


Unidos bajo la misma bandera
El país que siempre soñamos es posible, y lo vemos con las plazas llenas sin diferencias políticas, ideológicas o religiosas. Todos bajo los colores celeste y blanco, reunidos, celebrando y haciendo que todos (abuela, abuelo, personas en situación de calle, etc) se sumen a esta alegría, porque hay lugar para todos, porque no somos indiferentes y porque es una gran fiesta en la que nadie puede quedar afuera
Esa victoria  futbolística nos recordó que somos un pueblo que todavía tiene capacidad para la alegría, para la fe, para el festejo debajo de una misma bandera que supera grietas, divisiones. Que no perdimos la capacidad de creer y que cuanta necesidad tenemos de celebrar nuestra identidad de ser argentinos, de compartir este suelo.


Aportar cada uno desde su lugar
Este mundial también nos enseñó que todos podemos aportar algo, incluso desde el aliento y el ánimo. En cada entrevista post partido era inevitable preguntarle a los jugadores qué sentían al ver tantos argentinos en los estadios, y saber que los que no pudieron viajar estaban saliendo a festejar cada logro en las plazas de sus ciudades. El ánimo que podemos dar a otros no es poca cosa, y el celebrar cada paso es algo que deberíamos implementar en cada aspecto de nuestras vidas.

Es futbol, pero es mucho más que futbol. Ganamos la copa del mundo, pero ganamos mucho más que la copa del mundo

Seguramente podríamos mencionar muchas más cosas, que este sea solo el principio del hilo para encontrar mensajes de Dios y de amor en lo cotidiano.
Vos, ¿Qué aprendiste en este tiempo?