Lunes 03 de Enero de 2022 – Evangelio según San Juan 1,29-34

lunes, 27 de diciembre de
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Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.

 

 

Palabra de Dios

Padre Gustavo Ballario

 

 

Los tres evangelios sinópticos inician el relato de la vida pública de Jesús recordando su bautismo. Juan omite este episodio y sin embargo dedica un amplio espacio al Bautista. Lo encuadra desde los primeros versículos en una perspectiva original: más que como precursor, lo presenta como “el hombre enviado por Dios a dar testimonio de la luz” (Jn 1,6-8). Su vida y su predicación suscitan interrogantes, expectativas y esperanzas en el pueblo, incluso circula la voz de que él sea el Mesías. Una delegación de sacerdotes y levitas van más allá del Jordán para interrogarlo con el fin de aclarar su identidad y su quehacer. El respondió que no era el Mesías… “yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí y no soy digno de soltarle la correa de sus sandalias” (Jn 1,19-28).

Es en este contexto donde se inserta nuestro episodio. Entra en escena el protagonista –Jesús– evocado hace poco por el Bautista en el debate que ha tenido con los enviados de los judíos. Al verlo venir hacia él exclama: “Ahí está el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (v.29).

Es una afirmación que es –como veremos– densa de significados y evocaciones bíblicas.

El Bautista muestra haber intuido la identidad, desconocida por muchos todavía, de Jesús. ¿Cómo ha llegado a descubrirla y por qué la define con una imagen tan singular? Nunca en el Antiguo Testamento una persona ha sido llamada “cordero de Dios”.

El Bautista tenía a disposición otros términos: pastor, rey, juez severo. Pero –en su mentalidad– ninguna resumía su descubrimiento de la identidad de Jesús mejor que aquella de cordero de Dios.

Educado probablemente entre los monjes esenios de Qumrán, había asimilado la espiritualidad de su pueblo, conocía la historia y estaba familiarizado con las Escrituras. Israelita piadoso, sabía que sus oyentes, al oír citar al cordero, habrían intuido inmediatamente la alusión al cordero pascual cuya sangre puesta sobre los dinteles de las casas en Egipto había librado a sus padres de la masacre del ángel exterminador. El Bautista ha intuido el destino de Jesús: un día sería inmolado como cordero, y su sangre habría quitado a las fuerzas del mal la capacidad de hacer daño; su sacrificio habría liberado al hombre del pecado y de la muerte. Notando que Jesús había sido condenado al mediodía de la vigilia de Pascua (Jn 19,14) el evangelista Juan ha querido señalar ciertamente este mismo simbolismo. Era en realidad la hora en la que en el Templo los sacerdotes comenzaban a inmolar los corderos.

Hay una segunda alusión en las palabras del Bautista. Quien tiene presente las profecías contenidas en el libro de Isaías –y todo israelita las conocía muy bien– no puede menos de percibir la alusión al fin ignominioso del siervo del Señor . He aquí como el profeta describe su camino hacia la muerte: “fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan…ha sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí el pecado de muchos e intercedía por los pecadores” (Is 53,7.12).

En este texto la imagen del cordero es asociada a la destrucción del pecado.

Jesús –quería decir el Bautista– tomará sobre sí todas las debilidades, todas las miserias, toda la iniquidad de los hombres y con su mansedumbre y con el don de su vida, las aniquilará. Vencerá el mal introduciendo en el mundo un dinamismo nuevo, una fuerza irresistible –su espíritu– que llevará los hombres al bien y a la vida.

En este punto surge la pregunta si de verdad el Bautista habría tenido presente todas estas alusiones bíblicas cuando por dos veces, dirigiéndose a Jesús, había declarado: “He aquí el cordero de Dios” (Jn 1,29.36).

Él, quizás no, pero ciertamente los tenía presente el evangelista Juan que quería ofrecer una catequesis a los cristianos de sus comunidades y a nosotros.

Y vos, que también confesás a Jesús como Cordero de Dios, ¿estás dispuesto a vivir en tu vida cotidiana esta “espiritualidad del cordero” dándote diariamente para que tus hermanos tengan vida plena?. Hasta la próxima!