Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”.Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”.Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”.Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecierony, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
En este día lunes, en este comienzo de semana, en estos primeros días de mes, la liturgia nos invita a reflexionar, a parar un poco y a encontrarnos con la Palabra porque estamos compartiendo el mes de la Biblia, el mes de la Palabra, así que es importante que puedas ponerte como propósito para estos días, para este mes de septiembre, el poder encontrarte cada vez más profundamente con la Palabra de Dios, con la Palabra de Vida, con eso que Dios quiere llevar a tu corazón, a tu día a día, a tu andar cotidiano.Vemos en Lucas 4 del 16 al 30 que el Señor va a su ciudad, a donde creció y allí comienza a predicar sobre su misión. En la sinagoga comienza a leer el pasaje del libro de Isaías que está referido a la misión del Mesías. Esto que han escuchado, dice Jesús, se ha compartido, se está cumpliendo en este momento, ahora, el Cristo, el ungido, ha llegado a ustedes. La presencia del Mesías, sí, claro, es garantía de milagro, pero la manera, la forma que tiene Jesús de hacerse presente descoloca y desestabiliza a todo el mundo porque no es a través de cosas impresionantes, no es a partir de las expectativas de los demás, sino más bien a través de lo sencillo, de lo escondido, de lo humilde. Por eso viene a cambiar toda lógica Jesús en la vida de las personas que lo escuchan, en tu vida y en la mía, nos cambia de lógica. Y esto que hace que a algunos se les haga una noticia difícil de asimilar, de recibir, es lo que a vos y a mí también nos puede pasar. Nos cuesta recibirlo al Señor, aunque lo conozcamos, aunque estamos en el camino de discipulado, aunque tratemos de seguirlo, nos sigue costando recibir la buena noticia de Jesús. El Señor dice, les aseguro que nadie es bien recibido en su tierra, y claro, esa también puede ser tu experiencia y la mía.
Fijate cómo, a veces, donde más nos cuesta anunciar el amor de Dios es entre los nuestros, entre la gente cercana, entre los que nos conocen desde siempre. Dar buen testimonio en la familia, con los amigos, en el trabajo, en el estudio, en la comunidad, cuesta dar testimonio, porque a la vez que muchos saben que tratamos de seguirlo al Señor, de servirlo a Él, conocen también nuestros pecados, nuestras miserias, nuestros errores, nuestras debilidades. Pero qué importante es aprender a mirar más allá de los defectos de los demás, a tener una mirada de fe.
¿Ya te diste cuenta que con los tuyos a lo mejor sabes muy bien los defectos y errores de esa gente que te rodea, pero no tenés tanto en cuenta las virtudes? Y claro, porque lo que hacen con nosotros, nosotros también lo podemos estar haciendo con los demás. Por eso, ¿qué te parece descubrir cómo cada persona está llamada a servir al Señor? Y que incluso con defectos, por más grandes que sean, pueden ser un instrumento de Dios para tu vida. Así que aprende a mirar con nuevos ojos y encontrate con lo que Dios va trabajando en el que está al lado tuyo. Tené capacidad de asombro, porque Dios se hace presente.
Hoy el Señor te da una misión, la misma misión que el profeta Isaías anunciaba. Hoy estás llamado a entregar, a compartir esa buena noticia a los pobres, no solamente a los pobres materiales, sino a los espirituales también. No hay que dar el portazo. Cuando las cosas no salen, la solución no es alejarse. La solución siempre es acercarse más a Jesús y tener en cuenta la misión que Él te da. Anunciar la liberación a los cautivos, devolver la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos, proclamar la gracia y la misericordia de Dios. Pregúntate, ¿estás siendo un instrumento de Dios hoy o te estás guardando esa buena noticia?
Acordate, la buena noticia cuando se guarda no da fruto y lo que no da fruto se seca. El servicio es aquello que te va a hacer ponerte en una vida de fe dinámica. No te vayas a quedar estancado.Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañen siempre. Amén.