“Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.”
Celebramos hoy a María bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján, patrona de nuestro querido pueblo argentino, patrona de nuestra patria. Por eso esta fiesta litúrgica es una solemnidad. Hoy la recordamos a María especialmente. Y el Evangelio que compartimos hoy nos muestra a María de pie junto a la cruz, junto al dolor, junto al sufrimiento de su hijo que se hace entrega, ella siempre de pie y atenta como buena madre. Sin embargo, si bien vemos un evangelio que nos muestra la entrega de la cruz, hoy es un día de fiesta, de alegría. ¿Por qué? Porque el Señor nos dejó a su madre como madre nuestra. Por eso te invito a que meditemos algunos puntos breves que nos ayuden un poco a crecer en este amor a nuestra madre María.
En primer lugar, María es madre que acompaña. Si hay algo que nos enseña Dios a lo largo de la historia, si tomás la biblia, si lees un poco la historia de la salvación es que él no actúa haciendo grandes milagros no se destaca por el ruido por el humo por las luces. Al contrario, cada vez que Dios actúa, lo hace siempre en lo sencillo, en lo escondido. Por eso Dios se hace hombre, no naciendo en una familia noble o en un gran palacio, sino más bien en un pobre pesebre en los brazos de una humilde chica de una aldea de Palestina. Y eso también es lo que celebramos hoy, el “sí” de María, una María que luego Jesús nos dejará como madre. Fijate que el milagro de la Virgen de Luján no es hablar mucho, de hecho, María no dice ni una sola palabra, tampoco se le aparece a nadie, no. Todo lo contrario, un pequeño signo se convierte en un gran signo. María, en una pequeña imagen de arcilla, tiene 38 centímetros la Virgen, nos muestra algo: ella quiere quedarse con nosotros, ella nos quiere cuidar porque es madre, es nuestra madre, la tuya y la mía también. Qué lindo esto, porque ya sabemos a quién acudir cuando tenemos problemas, cuando viene el miedo, la angustia, la tristeza, la desesperación. Como cuando éramos niños. Hoy la Virgen nos invita a acudir a ella con el signo de quedarse, nos abraza y nos consuela, no hace preferencias, María siempre está.
En segundo lugar, María es madre de todos. Es curioso que a las orillas del río Luján María se haya querido quedar para cuidarnos. ¿Y sabes quién la cuidó durante muchos años? Bueno, un esclavo, ¿no? Tuvo ese privilegio el negro Manuel, a quien cariñosamente lo llamaban así. Él siempre estuvo atento a que la Virgen llegue a todos, a ricos y a pobres también. Él decía: “soy de la Virgen nomás”. Resulta que Manuel había construido un pequeño ranchito para la Virgen y todas las noches cuando él se iba a dormir la despedía. Sin embargo, cuando llegaba a verla por la mañana, encontraba a la Virgen llena de rocío, llena de rocío y de pasto también. Parece ser que ella se escapaba para visitar a sus hijos que por alguna razón no podían acercarse. Eso es lo que hace María, te va a buscar. Si Jesús te va a buscar, María también te va a buscar, porque tienen la misma genética. La Virgen siempre se va a aparecer en tu vida. Hay veces en las que más mal estamos, donde un signo, una estampita, una foto, una imagen de ella te va a hacer recordar algo. Ella es tu madre, te consuela y está con vos.
Por último, María te lleva a Jesús. El Señor es lo más importante. ¿Qué madre no habla de su hijo? Y bueno, María no es la excepción. Siempre que te acercás a ella, la respuesta va a ser la misma: acercate a mi hijo, acercate a Jesús. Como decía Juan Pablo II: “a Jesús por María”. Hoy la Virgen te está mostrando eso, el Señor es lo más importante. Por eso la miramos agradecidos, por su corazón grande, por aceptar ser la madre de todos nosotros, por ser nuestra madre. Podemos decirle gracias a nuestra Madre de Luján por venir a caminar entre nosotros, por quedarse en nuestras tierras, por acompañarnos, por cuidarnos, por escucharnos. Qué lindo poder darle las gracias a María, por su sí hecho entrega, hecho generosidad, hecho camino de acompañamiento. Qué lindo poder acercarnos a ella y dejarnos abrazar, poder decirle a María “te quiero mucho”, poder encontrarnos con su amor y dejarnos consolar por ella. Esa es María. Por eso te dejo para terminar la oración que en todas las misas del país vamos a decir la oración colecta:
“Señor y Dios nuestromira tu pueblo que peregrina en Argentinay por la intercesión de la Santísima Virgen Maríaen su advocación de Nuestra Señora de Lujánconcédele tu ayuda en la vida presentey la salvación en el cielo”.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.