Lunes 11 de Julio de 2022 – Evangelio según san Mateo 10, 34-11, 1

martes, 5 de julio de
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Jesús dijo a sus apóstoles: «No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.» Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

 

 

 

Palabra del Señor

Monseñor Ricardo Seirutti | Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

El texto del evangelio de hoy es de Mateo y allí podemos ver a Jesús dando indicaciones a sus discípulos para la misión. Me quedo con una de ellas: “el que los recibe a ustedes me recibe a mí y el que me recibe recibe a Aquel que me envió”.

Qué poco conscientes somos a veces de eso los cristianos, los discípulos de Jesús, que siempre estamos yendo en el nombre de Jesús. ¿Cuántas veces alguien nos recibe?¿Cuántas veces escucha una palabra de nosotros? ¿Cuántas veces nos piden consejo? ¿Cuántas veces, sin pedirnoslo, nosotros le damos una palabra de paz, de aliento, una palabra de Jesús?

Qué poco conscientes somos a veces de que, a ese al que estamos acercando, Jesús se está acercando en la persona de nosotros. Nos cuesta mucho, porque siempre pensamos “bueno pero yo”, a veces incluso lo reconozco en el otro a Jesús pero muy pocas veces reconozco que yo mismo soy la palabra de Jesús que se acerca a otro, que Jesús está en mi corazón y va también hacia el otro.

Tomemos conciencia, que cuando nos acercamos a alguien  que necesita un consuelo, una palabra, una alegría, es el mismo Jesús que quiere hablar en mí, por mí, al que tengo ahí cerca, una chica, un chico, un señor, una señora, pero ( o algún familiar) Jesús en mí, se acerca al otro. El otro, cuando me recibe a mí, es a Jesús también que lo está recibiendo.

Un abrazo a todos y una bendición grande para este lunes.