Lunes 11 de Junio de 2019 – Evangelio según Mateo 5,1-12

viernes, 7 de junio de
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Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.

 

Palabra de Dios

 


P. Héctor Lordi del monasterio de Los Toldos de la orden de San Benito

Estamos ante las bienaventuranzas que nos presenta Jesús. Es el retrato de Jesús, es lo que él mismo ha vivido. Jesús anuncia a sus seguidores la felicidad. Nos presenta un camino hacia el proyecto de Dios, que siempre es un proyecto de felicidad. Dios nos quiere a todos felices. Dios quiere que todos seamos felices. Como Padre busca lo mejor para nosotros, y quiere vernos felices. Por eso nos presenta un camino rumbo a la felicidad.

Este camino que nos enseña Jesús parece una cosa de locos: llama felices a los pobres, a los humildes, a los misericordiosos, a los que trabajan por la paz, a los que lloran y son perseguidos, a los limpios de corazón. Naturalmente, la felicidad no está en la misma pobreza o en las lágrimas o en la persecución. Sino en el premio que Jesús promete, que es diferente. No somos masoquistas. La felicidad está en el premio. La felicidad está en lo que uno recibe después.

Los que son llamados bienaventurados por Jesús son los que no son soberbios, ni orgullosos, ni autosuficientes, los que no se apoyan en sí mismos, sino en Dios. A los que quieran seguir este camino, Jesús les promete el Reino de los cielos. Recibirán un montón de bendiciones. No son felices por la cruz, sino por lo que viene después. Pasando la cruz viene el premio, y un premio muy grande. Jesús no amó la cruz, amó a la humanidad, y por amor a la humanidad pasó por la cruz, que es diferente. Pero terminó en la gloria. La meta fue llegar a la gloria.

Todos buscamos la felicidad. El mundo de hoy promete felicidad y luego nos deja con el corazón triste y vacío. Jesús nos promete también la felicidad. Pero por otros caminos. Son caminos muy distintos de los de este mundo. La sociedad en que vivimos llama dichosos a los ricos, a los que tienen éxito, a los importantes, a los que tienen fama, a los que consiguen placeres, a los que consiguen satisfacer sus deseos. Mientras que los preferidos de Dios son los humildes, los sencillos y los pobres de corazón.

La propuesta de Jesús es revolucionaria. Jesús propone este programa a los que quieran alcanzar la felicidad. Pensemos hoy un momento si estamos tomando en serio esta propuesta: ¿creemos y seguimos las bienaventuranzas de Jesús? ¿O nos llaman más la atención las bienaventuranzas de este mundo que luego nos dejan tristes y vacíos? Un mundo farandulero lo único que puede ofrecer es farándula. Y eso es divertite hoy y sufrí después. Si no somos felices, ¿no será porque no tenemos alma de pobres, o no somos sencillos de corazón, o misericordiosos, pacíficos, abiertos a Dios y a las necesidades de los demás?

Las bienaventuranzas nos llevan a la felicidad, probemos este camino de Jesús. Todos queremos ser felices, y Jesús ya nos muestra el camino.