Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”. Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no creyeron en él?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”. Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”. El, por su parte, les respondió: “Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.
La palabra de Dios de este día Lunes 13 es un tanto enredada, hay un diálogo ahí, un tanto perspicaz, hay un diálogo un tanto, podríamos decir, que sútil entre Jesús y los sumos sacerdotes, los escribas, los que enseñaban al pueblo.
En el fondo, querían confirmar ¿quién era el que le da esa autoridad a Jesús para realizar los signos que realizaba?
Y Jesús, termina la cita de hoy, el párrafo de la palabra de este Lunes, dejándolos con la pregunta ¿no? dejándolos con el interrogante.
Jesús, a veces responde justamente con silencios, con respuestas abiertas ¿no? porque es necesaria para descubrir, es necesario para descubrir la autoridad de Jesús nada más ni nada menos que la fe.
La fe será justamente aquel regalo de Dios, aquel don de Dios que nos permite descubrir que este Cristo, es el enviado del Padre. Este Cristo es el Emmanuel, que sus obras, como él mismo lo dice, son las obras que el Padre me ha enviado a realizar.
Los escribas, los fariseos, los ancianos, los sumos sacerdotes del templo se quedan justamente sin saber esta respuesta, porque les faltaba fe.
Hoy estamos invitados entonces en este tiempo de Adviento, desde la fe, volver a descubrir a Jesús, como nuestro maestro, nuestro pastor, nuestro mesías.