Lunes 13 de Noviembre de 2023 – Evangelio según San Lucas 17,1-6

martes, 7 de noviembre de
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Jesús dijo a sus discípulos: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”.El respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería.”

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

En el evangelio que compartimos hoy nos encontramos con algunas enseñanzas que tienen que ver con el seguimiento en el discipulado, con el ir encontrando la presencia de Dios en nuestro día a día, en nuestra vida, en nuestro andar cotidiano. Y no se puede seguir al Señor en soledad. Vemos que es necesario tener una vida comunitaria. Fíjate que la relación con el hermano muchas veces es lo que más nos cuesta, lo que más difícil se nos hace y quizás sería más fácil vivir la vida en solitario, la vida de fe, solamente Dios y uno. Pero no, Jesús nos enseña que nuestro hermano es necesario para que podamos encontrarnos en serio con Dios. Por eso te invito a compartir algunos puntos.

En primer lugar, no escandalices. Cuando Jesús habla del escándalo se refiere al tropiezo en la fe. Claro, a todo eso que vos podés hacer para que tu hermano tropiece en el camino de la fe, para que en definitiva se aleje de Dios o no lo pueda encontrar con claridad. Qué responsabilidad esta, ¿no? Pero es así, tu hermano te mira y a lo mejor el único evangelio que lea en su vida sea tu testimonio o tu falta de testimonio. ¿Cuántas veces nos han dicho menos mal que vos vas a la iglesia, eh? Y claro, eso nos molesta, nos molesta mucho porque vemos que a veces nos equivocamos feo. Por eso hoy animate a hacer una autocrítica, pero no destructiva, no destructiva, sino buscando una conversión del corazón, siempre desde la misericordia de Dios. Así que preguntémonos, ¿estamos escandalizando al que tenemos al lado? ¿Cómo está hoy nuestro testimonio? ¿Qué decimos? ¿Cómo lo decimos? ¿Qué hacemos? ¿Qué dejamos de hacer? ¿Qué tiene que ver Dios con tu vida, con tu decir, con tu actuar? Bueno, tal vez hoy es un buen momento para que te animes a pedir perdón de corazón a Dios y a tu hermano. No te olvides que siempre podés empezar de nuevo. Pedile al Señor la gracia de dar un buen testimonio siempre desde su amor.

En segundo lugar, perdonar desde Dios. Solamente quien ha experimentado profundamente el perdón y la misericordia sabe lo que es estar del otro lado, sabe lo que es estar en el fondo, sabe lo que es haberse equivocado y seguir adelante. Es tu experiencia y la mía, la de caminar como barro frágil, ¿no? Que anda, que se cae, que se levanta. Hoy el Señor te invita a revivir eso desde él, con su mirada, a perdonar siempre, a aprender a perdonar en serio. Y eso no es olvidarse, es acordarse que perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor. Uno con la ayuda de Dios puede perdonar y lo puede hacer en serio, pero muchas veces surge una confusión. Por ejemplo, mucha gente piensa que con que uno perdone ya está, ya se hizo el borrón y cuenta nueva y listo. Pero no, es todo un proceso el que viene junto con el perdón, porque con el perdonar comienza la sanación. Traducido, después de una traición, por ejemplo, vos podés perdonar y todavía no poder confiar del todo en el otro. ¿Perdonaste? Sí, perdonaste, pero hace falta que Dios te ayude a sanar para encarar otras cosas. Bueno, eso es lo que nos enseña el evangelio de hoy. No es sacar en cara lo malo que hizo el otro, es perdonarlo siempre, es animarse a confiar en que el otro puede cambiar y ayudarlo, pero también respetar los procesos. Es perdonar siempre, siempre. Esa es la única manera de ser verdaderamente libre. Por eso, ¿vos estás perdonando? ¿Estás tratando de perdonar o no?

Por último, corregir desde Dios. Viste que uno puede pecar haciendo, pero también dejando de hacer lo que uno debería hacer. Eso se llama omisión. Hoy el Señor te invita a no quedarte en el molde cuando veas algo que a lo mejor no está bien en el otro. Eso es comodidad. Eso es preocuparse solamente de las cosas de uno y eso no está bien. También el evangelio nos enseña que las formas son muy importantes. Jesús no te pide que te conviertas en un señalador crónico de errores. No te pide que todo el tiempo estés criticando lo que está mal en tu hermano. Eso te hace insoportable. Lo que te pide el Señor es amor. Reconoce tus errores con humildad y así como por amor uno puede pedir perdón, por y con amor uno tiene que ayudar a corregir. Si tu hermano peca, corregilo. Hoy se le tiene terror a la corrección. Incluso a veces hasta en los mismos padres con sus hijos. Por eso acordate que tu amor al otro es una responsabilidad y que Dios te va a pedir cuenta de tus dones. ¿Cómo corregís? ¿Te animas a corregir al otro? No te olvides que no es señalar, sino acompañar en el camino. No te olvides que no es condenar, sino dar herramientas para que el otro descubra a Dios. Vamos a pedirle al Señor el don de la fe una vez más como nos dice el evangelio de hoy para poder vivir esto. Dar testimonio, perdonar y corregir. No es fácil pero con Dios todo es posible. Que Él nos ayude y que su espíritu nos guíe.

Que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.