Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”.
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
Jesús habla con imágenes. No se desdice de las recomendaciones de paz que había hecho. El siempre predicó la paz. Solo que usa un lenguaje figurativo. Lo que está afirmando es que seguirle comporta una cierta violencia como espadas (imagen de la lucha), división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quiera dividir. Jesús nos quiere unidos. Pero hay ciertas divisiones que son inevitables fruto de la incomprensión. Muchas veces no te entenderán si sos un buen cristiano. Muchas veces vivir la fe va a acarrear incomprensión con algunos de la familia o del grupo de amigos. No todos comprenden que uno sea cristiano. No todos aceptan nuestra fe. Y eso va dividiendo aunque no quiera. Esta es la división que habla Jesús.
Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés. Por ejemplo un buen deportista debe hacer renuncias, se debe cuidar para estar bien para el deporte. Los cristianos aceptan renuncias y lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús. Uno trata de renunciar al egoísmo, por ejemplo, para ponerse al servicio de los demás.
El Señor no nos deja en paz. Nos da la paz pero no nos deja en paz. No nos deja en paz porque siempre nos está exigiendo más servicio, más amabilidad, más caridad, más comprensión, más delicadeza en el trato. Y esto nos ayuda a crecer. Siempre el Señor nos dinamiza. Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos, seguidores de Jesús, no es fácil. Supone saber renunciar a las tentaciones que el mundo nos presenta como los negocios turbios, la coima, el chantaje, o cobrar más de lo justo, etc. Es difícil ser honestos y transparentes, de mantener la fidelidad en nuestra sociedad que arrastra a la infidelidad, de mantener la unidad en la familia ante una sociedad que busca disgregar, de mantener los valores cristianos ante una sociedad que tiene otros códigos. Debemos tener cuidado de las personas que nos hacen daño o nos apartan de Dios. Que podamos entonces cuidar los valores humanos y cristianos que nos ayudan a crecer como buenas personas y como cristianos comprometidos.
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