Lunes 15 de Junio del 2020 – Evangelio según San Mateo 5,38-42

viernes, 12 de junio de
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Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

 

Palabra de Dios

 

Padre Andrés Riveros sacerdote de la Diócesis de San Juan

 

Mis queridos amigos: qué bueno volvernos a encontrar en torno a la Palabra de Jesús! Todavía resuenan en el corazón las alabanzas que ayer Domingo, Solemnidad del Corpus Christi, pudimos cantarle al Señor, a pesar de las limitaciones de estos días. El Cuerpo entregado de Jesús y la Sangre derramada por Él, explica, mejor que nada, el Evangelio que hoy se nos propone, y, a la vez, es el único alimento que nos hará capaces de poder vivir esta Palabra.

Cuándo Jesús, en el Sermón del Monte, dejando atrás el antiguo precepto del “ojo por ojo y diente por diente”, nos propone hacer el bien aún aquellos que nos desean el mal, saber poner la otra mejilla, dar el manto, dar más pasos con el otro, dar, dar y dar… nos está proponiendo entrar en su dinámica de amor generoso y sin límite, de su amor misericordioso y perdonador, de su amor primero e incondicional.

En esta exigencia de “pasar por la vida haciendo el bien”, Jesús, se revela Él en primer lugar, pues, aún, “siendo pecadores ha venido a dar su vida por todos nosotros”. Lo ha dado todo, se ha dado todo y lo sigue haciendo cada vez que se ofrece y se nos entrega en un poco de pan y en un poco de vino. En esta exigencia, también, nos llama a nosotros, sus discípulos y amigos, a convertirnos dejando atrás la mentalidad del mundo, y a mostrar su amor en nuestros vínculos, en nuestras relaciones, en cada hombre y en cada mujer que comparten nuestra vida.

Dice el refrán que “nadie puede dar lo que no tiene”… sobre todo si se trata de la caridad, del perdón, de la bendición, de la misericordia que supera toda justicia. Estas cosas no nacen espontáneamente en el corazón del hombre, sólo Dios puede venir en nuestra ayuda. De hecho, sólo quien ha tenido en su vida esta experiencia del amor de Dios la puede trasmitir a los demás. Sólo cuando entendemos que hemos sido generados por un acto de misericordia de Dios, que hemos recibido mucho más de lo que merecemos, que todo es gracia de Dios en nuestra vida… sólo, entonces, podremos vivir en esta dinámica del dar sin condiciones, gratuitamente, en abundancia y en generosidad.

Este Sermón de la Montaña se abre con las Bienaventuranzas, ese llamado a ser felices. Jesús, hacia el final de su vida en esta tierra, después de lavar los pies a los discípulos, les dijo: “si conociendo estas cosas las ponen en práctica serán muy felices”. ¿Nos animamos hoy a vivir esta Palabra? ¡Que Dios los bendiga mucho! ¡Un abrazo grande!