Lunes 15 de Mayo de 2023 – Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a

jueves, 11 de mayo de
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

En este comienzo de semana, en este día lunes, el Evangelio nos sigue mostrando a Jesús en su discurso de despedida durante la última cena, y de a poco nos va a ir preparando para celebrar litúrgicamente la Ascensión del Señor el próximo domingo y la venida del Espíritu Santo en la solemnidad de Pentecostés. Por eso el Señor habla con claridad, habla de un Paráclito del Espíritu Santo, hace anuncios, hace promesas, pero sobre todas las cosas trata de calmar, de tranquilizar a los discípulos y de señalarles cuál va a ser el camino que ellos van a tener que seguir. Por eso te invito a que meditemos algunos puntos.

En primer lugar, saber que la fuerza no viene de vos. Ojo, fijate cuántas veces nosotros pensamos que todo lo bueno, que todo lo útil, que todo lo inteligente que sale de nosotros es solo y exclusivamente por nuestra obra. La realidad es esta, el Espíritu Santo te da la fuerza para seguir caminando en la fe, porque la realidad es que lo difícil no es llegar, lo difícil es mantenerse. Por eso hay que pedirle al Señor que envíe su Espíritu, que sople en nuestra vida para que saque de cada uno de nuestros corazones ese miedo, que sople para que nos envuelva, para que nos haga fieles. ¿Te acordás de la frase tan importante que compartíamos la semana pasada? El “permanecer”, el saber permanecer en Jesús tiene que ver con esto: por nuestras propias fuerzas solos no podemos, nos alejamos, nos renegamos, nos cansamos, por eso necesitamos el Espíritu Santo que nos vaya transformando desde adentro. Dejar entrar al Espíritu Santo en tu vida es dejar entrar la paz y la alegría que solamente Jesús te puede dar.

En segundo lugar, el testimonio. Fijate que la promesa de Jesús nos invita a tener en cuenta que saber no es suficiente, hay que experimentar, que no estamos caminando solos. Es tener en cuenta que el Padre nos cuida, que contamos con la compañía del Hijo, con el aliento del Espíritu Santo. No hay otra verdad con mayúscula más grande que ésta, la de un Dios que camina con su pueblo, que nunca lo abandona, que está con él desde el principio y que estará con él hasta el final. Esa es la promesa de Jesús. Y esa promesa tiene que ser también tu testimonio. Recordás esa frase, ¿no? El testimonio no es tanto contar lo que yo hago por Dios sino lo que Él hace por mí. Que necesitamos descubrir que la fe no crece por proselitismo, por promoción, por propaganda. La fe crece por transmisión de un testimonio y ese testimonio tiene que ver con tu vida, contar lo que Dios fue haciendo en tu vida por eso hace ese ejercicio que siempre decimos en vez de hacer un examen de conciencia, que es importante, fijándonos nuestros pecados, hoy quizás podríamos hacer un examen de gratitud, ver en nuestra vida el paso de Dios, descubrir en nuestra historia cuáles fueron esos momentos donde Dios no pudo no haber estado, esos momentos donde uno dice “bueno, Señor, mostrame dónde estuviste”. Esos momentos en los que hubo crisis y que quizás no te diste cuenta, pero cuando miraste para atrás, descubriste a esa persona que estuvo esa canción que te transformó el corazón, esa oración que te hizo ver las cosas de una manera diferente. Por eso, para dar testimonio, lo primero que hay que hacer es reconocer el paso de Dios.

Por último, no te escandalices. Jesús dice: los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. El Señor nunca nos prometió caminos sencillos. Seguirlo significa asumir que tendremos momentos en los que nos parece inclusive que nos ha abandonado, pero es necesario a veces pasar por estas pruebas porque el Señor hace que tu fe se vaya fortaleciendo, ¿no? Por eso los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Tené misericordia con los que te tratan mal. Esa es la parte más difícil pero más importante quizás del Evangelio. Ámense los unos a los otros como yo los he amado. No te escandalices, el rechazo es algo que te va a tocar, que te va a doler, es ver cómo te tacha la sociedad, tus cercanos, por tus convicciones, por tu seguimiento de Jesús y vas a tener alguien que te va a traicionar, algún amigo que te va a negar, amigos que quizás te van a dejar solos, pero el Señor te promete algo, permanece fiel porque Él es fiel a su palabra y no te abandona. Él te va a mandar su Espíritu Santo para que puedas superar todo tipo de crisis pero siempre con su ayuda. No te escandalices, no te reniegues, no te enojes con Dios. Confiá en Él, porque Él no te deja solo.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañan siempre. Amén.