Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”. Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Hola hoy es lunes 15 Noviembre y te invito a que juntos dejemos que la Palabra de Dios ilumine nuestra jornada y también le pedimos a San Alberto Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia, a quien hoy la liturgia lo celebra, que interceda también por nosotros.
La escena del evangelio que la liturgia hoy nos propone, de algún modo representa tu vida y la mía cuando muchas veces andamos ciegos en la vida queremos verlo todo. Queremos tenerlo claro todo. pero muchas veces nos falta esa capacidad, que es un regalo de Dios, la fe para poder mirar más en profundidad. las cosas de la vida, lo que nos sucede que estamos viviendo, lo que está aconteciendo en nuestro.
La fe es esa capacidad que tenemos y que es un regalo de Dios que debemos pedirlo siempre para que podamos “ver” cómo hoy este ciego le pide a Jesús: “Señor que pueda ver”. Que pueda ver la vida, no desde estos “ojos”, humanos, que siempre son ojos que esconden egoísmo, mezquindad.
Que seamos capaces de ver la vida con los ojos de la fe, es allí entonces cuando tú tristeza se transformará en una esperanza, cuando tus fracasos se transformará en una oportunidad más, cuando la muerte se transformará en vida para vos.