Lunes 18 de Febrero de 2019 – Evangelio según San Marcos 8,11-13

viernes, 15 de febrero de
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Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con Jesús; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: “¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo”.

Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.

Palabra de Dios

 


Padre Héctor Lordi sacerdote de la orden de San Benito

A Jesús no le gusta que le pidan signos espectaculares. Como cuando el diablo, en las tentaciones del desierto, le proponía tirarse de lo alto del Templo y que lo recogieran unos ángeles para mostrar su poder. Jesús nunca aceptó una cosa así.

Sus paisanos no lo querían reconocer como el Mesías. No aceptaban su doctrina y tampoco su persona. Tampoco valoraban los signos milagrosos que hacía. Hizo muchos milagros pero no lo veían, o no querían verlo. Curó a las personas enfermas, liberó a los poseídos del demonio, multiplicó los panes, hizo un montón de milagros que demostraban ser el Mesías. Si no creían con esto, tampoco iban a creer si hacía signos grandiosos en el cielo o signos cósmicos, como hacer girar el sol a mucha velocidad como muchos dicen que lo vieron. Pero Jesús no buscaba lo espectacular ni lo maravilloso.

Me pregunto ¿por qué nos cuesta cambiar nuestra vida? Porque si creyéramos de veras en Jesús como el Enviado y el Hijo de Dios, tendríamos que hacerle más caso en nuestra vida de cada día. ¿También estamos esperando milagros, revelaciones, apariciones y cosas espectaculares? No es que no puedan suceder, pero ¿es ése el motivo de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesús? Si es así, andamos buscando a los signos de Jesús y no buscamos al Jesús de los signos. Si es así andamos detrás de lo espectacular, andamos detrás de los signos y no de su persona. Porque en definitiva los signos nos deben llevar a Jesús como un cartel indicador. Pero no nos podemos quedar con el cartel indicador. Dicen en oriente que cuando el sabio indica con el dedo un hermoso paisaje el tonto se queda mirando el dedo. Si los signos nos indican a Jesús, no nos podemos quedar solo con los signos sin ir a la persona. Es como que si en vez de mirar el paisaje nos quedamos solo con el dedo que lo está indicando.

Deberíamos saber descubrir a Cristo presente en esas cosas tan sencillas y lindas de cada día. Debemos descubrir a Dios en el rincón de lo cotidiano. Como el hecho de despertar a la vida y ver la luz de un nuevo día. Observar el amanecer, el sol que nos entibia, escuchar los trinos de los pájaros, encontrarnos con nuestros seres queridos, ir encontrándonos a lo largo del día con personas que nos quieren y a las que queremos.

Hay cosas profundas como son la comunidad reunida en nombre de Jesús, la Palabra de Dios proclamada, esos elementos humildes de Pan y Vino que se convertirán en la Eucaristía, presencia real de Cristo, el ministro que nos bendice, la persona del prójimo, el débil, el enfermo y el hambriento. Estos son los signos que él nos dio para que le reconociéramos presente en nuestra historia. Jesús está presente en cada hermano. Había un santo que decía: has visto a tu hermano, has visto a Dios.

Tenemos que descubrir que cada persona es mi hermano o mi hermana, y que en ellos está Jesús presente. Jesús fue simple, humilde y de bajo perfil. El está presente en todos pero de una manera especial en el marginado, en el pobre, en el que sufre, en el humilde, en el enfermo, en el débil, y en el de bajo perfil. Qué podamos descubrir a Jesús en los signos que nos concede.