El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.”
En este día de la fiesta de San Lucas, el evangelista comienza diciéndonos hoy: “Designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante de dos en dos a todas las ciudades y lugares donde pensaba ir”. El numero setenta y dos es ciertamente simbólico. Refiriéndonos al elenco que se encuentra en Génesis 10, los antiguos habían establecido que los pueblos del mundo eran setenta o setenta y dos. En el día de la fiesta de las tiendas, se inmolaban en el templo de Jerusalén setenta toros para implorar del Señor la conversión de cada una de las naciones paganas. Diciendo que Jesús ha enviado a setenta y dos discípulos (v. 1), el evangelista quiere afirmar que la salvación no es un privilegio reservado a algunos solamente, sino que está destinada a todos, sin excluir a nadie.
Los mensajeros son enviados de dos en dos. Esto indica que el anuncio del Evangelio no es dejado a la inventiva y criterio individuales, sino que es tarea de la comunidad. Quien habla en nombre de Cristo no actúa de modo independiente, está en comunión con sus hermanos de fe.
El objetivo del envío: preparar las ciudades y pueblos para la venida del Señor. Jesús llega después de sus mensajeros, no antes. La tarea confiada a todo apóstol no es la de presentarse a sí mismo, sino la de disponer las mentes y los corazones de las personas para recibir a Cristo en sus vidas.
El lobo es símbolo de la violencia, de la arrogancia. El cordero significa la mansedumbre, la debilidad, la fragilidad; puede escaparse de la agresión del lobo solamente si el pastor interviene en su defensa.
Los rabinos decían que el pueblo de Israel era un cordero rodeado de setenta lobos (los pueblos paganos) dispuestos a devorarlo. Jesús aplica esta semejanza a sus discípulos: dice que deben comportarse como corderos (v. 3). Es, pues necesario que vigilen para que no broten en sus corazones los sentimientos de los lobos: la ira, la codicia, el resentimiento, la voluntad de prevalecer y de prevaricar. Estos sentimientos llevan, de hecho, a cometer actos de lobos: el abuso de poder, las agresiones, la violencia, las ofensas, las mentiras. La historia de la iglesia está ahí para probar que, cuando los cristianos se transforman en lobos, han fracasado siempre en su misión.
La elección de medios para la misión está en sintonía con la imagen del cordero débil e indefenso (v. 4). Jesús los enumera de manera negativa: ni dinero, ni alforja, ni sandalias. Un movimiento político o una ideología necesitan de instrumentos eficaces para imponerse: el dinero, las armas, el apoyo de personas influyentes. El apóstol debe resistir a la tentación de recurrir a estos medios para difundir el Evangelio y para construir el reino de Dios. La iglesia pierde credibilidad cuando quiere competir con los poderes políticos y económicos.
Cuando llegue el momento de hablar de Cristo, ¿por dónde hay que comenzar? Los mensajes que los no creyentes han recibido mayoritariamente de los cristianos han sido los relativos a ciertas exigencias morales: la inadmisibilidad del divorcio, la obligación de participar a la Misa en los días de precepto, el respeto y sumisión a la jerarquía eclesiástica, los castigos de Dios para quien no observa los mandamientos… ¿Serán estos argumentos los que deben constituir el contenido del anuncio? Absolutamente no.
El Evangelio es una bella noticia. Éstas son las palabras con que el discípulo debe presentarse: He venido para anunciar la paz; te traigo la paz, a ti, a tu familia, a tu casa (v. 5). Éste es un anuncio que conforta, suscita asombro, esperanza, alegría. Si entre quienes lo escuchan se encuentra un “hijo de la paz”, si hay alguien dispuesto a abrir el propio corazón a Cristo, sobre él descenderá la paz, la plenitud de vida y de bondad (v. 6).
¿En qué consiste la obra de evangelización? ¿Basta el anuncio o debe ser confirmado por señales? Las palabras de Jesús deben ir acompañadas por gestos concretos de caridad: sanación de los enfermos, asistencia a los pobres (v.9). Donde no se note ningún cambio, ninguna transformación del hombre y de la sociedad, el reino de Dios no ha llegado todavía.
Y vos, ¿que sos un cristiano, que sos católico, ya te enganchaste con la propuesta misionera de Jesús? ¡Hasta la próxima!